En las grandes zonas vinícolas los edificios donde se elaboran y envejecen los vinos pasan de ser una simple construcción industrial a convertirse en auténticos monumentos. Por su historia, por sus vinos o por el mérito arquitectónico de la bodega, o por la suma de más de uno de esos factores, en La Rioja abundan las bodegas monumentales. Las que aquí se destacan han sido elegidas teniendo en cuenta sobre todo esa última faceta.

Arquitectura y vino han ido de la mano desde muchos siglos atrás. Cada una de las edificaciones que se hicieron en el pasado y que se siguen construyendo en la actualidad tienen un fin principal: facilitar el trabajo. Pero también, en muchas ocasiones, se han elegido distintas formas arquitectónicas que arroparan y dotaran de personalidad a estas construcciones.

Así, en La Rioja se pueden contemplar desde las medievales “lagaretas”, lagares rupestres horadados en las rocas donde se pisaba el vino hasta las más modernas bodegas de autor (en este caso autor es el arquitecto), pasando por los “calados”, excavaciones realizadas durante el siglo XIX, en muchos casos sustentados por piedra de sillería de indudable mérito.

El auge de las bodegas tradicionales
Según un estudio de los documentos notariales encontrados en la localidad de Haro, en el siglo XVII se incrementa la construcción de bodegas. Desde mucho antes, y según la lectura de estos documentos, las casas ya poseían un lugar en la planta baja que denominaban bodega y que tenía una función vinícola. A partir de mediados del siglo XVII se registra una importante actividad en la ampliación de esas bodegas domésticas.

Debido a las características geológicas de esta región, esas ampliaciones son excavadas desde el exterior. La duración del trabajo era variable pero lo habitual era de un año para una bodega de 40 pies de largo por 11 de ancho y largo (unos 12 metros de ancho por 3 de largo). Los canteros que realizaban esta labor llegaban del norte; eran sobre todo gallegos, vascos y cántabros, que repartían su labor entre el campo y las excavaciones.

En los días de lluvia y nieve, cuando el trabajo de la viña se hacía harto difícil, se dedicaban a perforar estas galerías, con la única ayuda de un pico y una pala para extraer la tierra, y candiles y algodón para iluminarse. Una vez concluida, los canteros tenían la obligación de rearmar las cubas, que solían ser de entre 200 y 350 cántaras (de 3.200 a 5.600 litros) y situarlas entre combos de piedra que ellos mismos labraban.

Con el paso del tiempo, la excavación de bodegas se va transformando por la dificultad del trabajo subterráneo y el precio de la mano de obra, pese a tener noticia de calados excavados hasta los años 50 del siglo XX. En la actualidad, estas grandes obras de ingeniería manual son ya parte de la historia. Ahora las potentes máquinas excavadoras y los últimos adelantos técnicos son los protagonistas de la arquitectura del vino.

Los barrios de bodegas
A mediados del siglo XIX aparece la arquitectura en las bodegas de La Rioja como edificio industrial, dedicado a la elaboración y crianza del vino, coincidiendo con el florecimiento de las construcciones industriales en España, que se desarrolló durante este siglo y que continúo a lo largo de la primera mitad del siglo XX.

Para ese fin, algunos pueblos riojanos dedicaron un enclave para la ubicación de esas nuevas bodegas; sería el germen de lo que se empezó a denominar como barrios de las bodegas. En una primera fase, se ubicaban sobre un montículo cercano al centro de la población y orientado al norte o a la zona más fresca, en el que se aprovechaban sus laderas para excavar las bodegas.

Una de las posibles razones para situarlas fuera del casco urbano era alejar la actividad vinícola del domicilio, e incluso, como reflejan algunas ordenanzas municipales de la época, de las perniciosas vibraciones que producían los carros y que eran fatales para la elaboración del vino.

La tipología de cada barrio de bodegas está íntimamente relacionada con la arquitectura local y existen muchas variantes. En muchos de ellos se instalaba también la aguardientería o destilería de orujos. Restos de esta tradición fueron las alcoholeras que han existido en muchos pueblos y que se mantienen hasta hoy en localidades como Cenicero, Quel o San Vicente de la Sonsierra. Dentro de este paisaje destacan las tuferas, construcciones exteriores de los sistemas de aireación de los “caños” (los pasadizos y calados subterráneos) y que emergen hasta la superficie.

Según nos adentramos en la geografía riojana, en cada pueblo se pueden distinguir barrios de bodegas con sus peculiares características. Algunos ejemplos significativos son el de Haro, situado al lado del ferrocarril, por la necesidad de dar salida al producto, pero que por su importancia merece un capítulo aparte; el de Tudelilla, donde surgen unas construcciones a través de las que la uva llega al lago, o el de Quel donde construyeron unos tubos que recorren la ladera del monte cortado. Un fenómeno mixto se encuentra en Briones, donde hay bodegas dentro del pueblo bajo las viviendas y otras excavadas en la ladera norte con vistas al río Ebro.

En todos estos casos, las bodegas se situaban de forma que hubiera una perfecta relación entre el trabajo y la excavación, la población y el traslado de la uva y la venta del producto. En la actualidad y con la facilidad del transporte, tanto para las materias primas como para el vino, las nuevas bodegas se sitúan en lugares muy diversos, sin estar condicionadas por el producto ni por su comercialización.

El Barrio de la Estación de Haro
Es uno de los barrios más emblemáticos de La Rioja y donde se concentra el mayor número de bodegas centenarias de esta comunidad. Ellas fueron las que iniciaron el proceso de renovación de los vinos de Rioja, implantando los métodos de elaboración franceses y crianzas en barricas de roble.

En el siglo XVIII, Haro tenía las bodegas bajo sus casas y palacios, pero el cambio en la forma de comercializar el vino va a transformar la fisonomía de esta ciudad. Por un lado, tras la plaga de filoxera que arrasó el viñedo francés, muchos comerciantes del país vecino llegaron hasta La Rioja, para establecerse como criadores de vino. Por otro, la construcción del ferrocarril Tudela-Bilbao, que llega a Haro en 1880, y que permite transportar el vino hacia el norte, con menor precio y en menor tiempo.

Las primeras instalaciones de “almacenes de vino” se hicieron en el propio pueblo, pero el ferrocarril propició el traslado al paraje conocido como Cantarranas, en el entorno próximo a la estación de ferrocarril. Allí se instalaron negociantes franceses, que levantaron construcciones para guardar el vino. A ellos se unirían industriales vascos, sobre todo bilbaínos, y algunos empresarios locales, que fueron sustituyendo paulatinamente a los pioneros galos.

Destaca Rafael López de Heredia, uno de los pioneros de este conglomerado de bodegas al que en ocasiones se ha denominado “costa del vino”. Su primer paso fue adquirir las instalaciones del francés Armand Heff y, posteriormente, las de su vecino F. Blondeau. Otros fueron sumándose a esta iniciativa como Bodegas Bilbaínas que adquirió, en 1901, 13.500 metros cuadrados a H. Savignon, con lo que la propiedad del barrio va pasando de manos francesas a vascas y riojanas.

Es a partir de entonces, en el último tercio del siglo XIX, cuando comienza la construcción de las clásicas bodegas riojanas, muchas de ellas dotadas ya de carácter monumental, además de una incesante actividad en el Barrio de la Estación. La nueva arquitectura utiliza modelos bordeleses y aparecen con fuerza elementos decorativos y de construcción que vienen de Francia y de otras zonas del Norte de Europa.

Las bodegas actuales
Es a finales del siglo XIX cuando empiezan a levantarse bodegas “de diseño”, con la colaboración de arquitectos e ingenieros de prestigio. Son nuevas edificaciones de autor, cuyas construcciones han dado un nuevo rumbo a la arquitectura del vino en Rioja. Mientras tanto, otras fechadas algunos siglos atrás y sin autor conocido, se califican como monumentales por sus características arquitectónicas o sus impresionantes calados.

Nombres como Ignacio Quemada, Domingo Triay o Juan Antonio Ridruejo son algunos de los arquitectos activos en esta comunidad. En la actualidad y de cara al futuro, la calidad del vino se une al valor arquitectónico de la edificación. Entre todas las bodegas de La Rioja, hemos seleccionado una muestra con las más importantes construcciones. Son excepcionales tanto por sus edificios como por sus trayectorias históricas o por la calidad de sus vinos.

BODEGAS MONUMENTALES.

1.- BODEGAS BILBAÍNAS (Haro).
El origen de esta bodega se remonta a 1859, cuando la compañía francesa Savignon Freres et Cie. huye de la filoxera francesa y se establece en Haro, donde construye esta bodega. En 1901 es adquirida por la sociedad Bodegas Bilbaínas por el “módico” precio de 80.000 pesetas. La bodega, perfectamente conservada, consta de 17 calados subterráneos, posiblemente los más largos de La Rioja, para crianza en barrica, con una longitud total de 1,5 km con una anchura de 4 metros, construidos en piedra de sillería de arenisca. En la planta baja se encuentran 5 almacenes y dos más de tina de roble. También se puede encontrar el primitivo lagar de elaboración construido al estilo de los chateaux franceses. La parte superior de este edificio, rehabilitada recientemente por el arquitecto Domingo Triay, es el lugar destinado a oficinas y otras dependencias de la bodega. El otro edificio de piedra, diseñado por el arquitecto municipal de Haro Juan Cabrera y Latorre, fue construido a finales del XIX, junto al gran jardín que conforma el conjunto de esta impresionante bodega.

2.- BODEGAS OLARRA (Logroño).
Las instalaciones de Bodegas Olarra, ubicadas a las afueras de Logroño, son conocidas como la Catedral del Rioja. Los tejados abovedados de 20 metros de altura, la cúpula acristalada de 25 metros que cubre la entrada de la bodega y la planta en forma de Y, son sus principales características. Hace más de 30 años, los fundadores de esta bodega se propusieron elaborar vinos de calidad pero además se pusieron un reto más construir una bodega de especiales características. El proyecto corrió a cargo del

arquitecto Juan Antonio Ridruejo quién calificó el trabajo como un “encargo muy singular”. La bodega cuenta con una superficie total de 18.000 m2. Su planta en forma de Y une dos pabellones laterales en los que se encuentran el almacén y la línea de embotellado, con uno central de unión donde se sitúa la zona de elaboración. Adosada al edificio principal, en el sótano, está la nave de crianza, de forma casi basilical, donde descansan 25.000 barricas de roble. La cubierta de esta nave la forman 111 tejados con forma hexagonal cubiertos con teja árabe, lo que conforma una estructura con forma de panel de abeja.

3.- CAMPO VIEJO. (La Rad de Santa Cruz).
Es la nueva imagen de Campo Viejo, fundada en 2001, (la anterior databa de 1963), junto al Camino Viejo de Fuenmayor, a 100 metros sobre el valle del Ebro. Ignacio Quemada es el responsable del diseño, elegido por su buena interpretación del lugar y la armonía con la que se integra en el entorno pese a su gran escala. La bodega se organiza en dos volúmenes de dos plantas: en el primero se encuentra la nave de depósitos de elaboración y almacenamiento, y el segundo alberga la nave de crianza de barricas en el piso inferior y los espacios de crianza en botella, envasado y almacén en la superior. El volumen enterrado, de aspecto rocoso, configura el perfil del cerro que se aprecia desde el valle y el viñedo contiguo. Entre los dos volúmenes, una galería en forma de cuña, sirve para conectar las dependencias de la bodega. Con un acceso independiente por un camino rural que atraviesa el viñedo, se ubica la zona social con unas vistas inmejorables: el valle del Ebro y las sierras de Cantabria y Toloño a un lado y las sierras de Cameros de la Demanda y el pico San Lorenzo hacia el otro. La piedra de las fachadas en un color dorado suave, está formada por restos de fósiles sedimentados con el tiempo.

4.- BODEGAS CASTILLO DE CUZCURRITA (Cuzcurrita de Río Tirón).
Esta bodega es uno de los más claros ejemplos de viña, bodega y vivienda reunida en un único espacio, a imagen de los clásicos Chateaux franceses. El castillo, construido en 1367, se erige en torno a un alto torreón almenado, todo ello rodeado por un gran viñedo circundado, a su vez, por un amurallamiento de piedra. En un ala del castillo se encuentra la bodega, con el encanto especial que le aporta formar parte de este impresionante conjunto arquitectónico. Es uno de los mejor conservados de La Rioja, de planta cuadrangular y construido con piedra de sillería. Desde el siglo XIV siempre ha estado ligado a la elaboración de vino, fruto de sus viñedos propios. Pero hay que esperar hasta 1971, para que el castillo cuente con su propia bodega. Sus sótanos serán los espacios destinados a albergar por un lado, la nave de barricas y, por otro, el botellero. No es hasta nuestros días cuando empieza a producir vinos a mayor escala. En el año 2.000 la sociedad Castillo de Cuzcurrita se tomó más en serio este trabajo y ha empezado a elaborar vinos con su marca: castillo de Cuzcurrita.

5.- SEÑORIO DE LIBANO (Sajazarra).
En esta localidad, muy cerca de Haro, se alza un castillo magníficamente conservado, construido en el siglo XVI, cuyo trazado responde al típico medieval. Esta edificación es en la actualidad la sede de la Bodega Señorío de Líbano. No es un castillo aislado, sino que forma parte del recinto amurallado de la población. De planta cuadrada, tiene una esbelta torre del homenaje de cuatro plantas con una bóveda de cañón en la última, y cubos redondos en los flancos. Es de piedra labrada en sillares perfectamente escuadrados, con la cal como material de

unión entre unos sillares y otros. Los actuales propietarios han reformado totalmente tanto el exterior como el interior y, también han recuperado una de las más antiguas tradiciones europeas al asociar el castillo al cultivo de la vid y a la elaboración artesanal de vinos de calidad. La pequeña producción obtenida de sus viñedos es elaborada y criada al estilo clásico de Rioja en la bodega del castillo, comercializándose con la marca Castillo de Sajazarra.

6.- BODEGA CONDE DE LOS ANDES (Ollauri).
Perteneciente a Federico Paternina, S.A., es una de las bodegas con más historia en Rioja. Enclavada en la parte alta del macizo montañoso sobre el que se asienta Ollauri, sus orígenes se remontan al año 1896, fecha en la que su fundador Federico Paternina, inició la aventura comercial con sus bodegas en esta localidad riojana. Esta bodega cuenta con unos espectaculares calados, excavados en roca viva, a 40 metros de profundidad. Las más antiguas datan de finales del siglo XVI y poseen hermosos arcos mozárabes. A lo largo de esta bodega se abren 4 amplias cavas de 150 metros de longitud cada una, con una capacidad para cuatro millones de botellas. En uno de los rincones más especiales se pueden encontrar cosechas históricas como la de 1928 para tintos y 1918 en blancos, vinos que se encuentran en perfecto estado de conservación. Como dato anecdótico contar que su conocido vino de crianza “Banda Azul” es un homenaje a los canteros gallegos que horadaron las entrañas de esta tierra buscando este escenario ideal para conservar el vino.

7.- ESTACION ENOLOGICA (Haro).
Fundada en 1892 a raíz de un real Decreto de esa fecha, es la única, de las cuatro que se fundaron por entonces, que ha

mantenido su funcionamiento hasta nuestros días. Su creación se debió a la crisis agraria que sufría el país por entonces. Así, las Estaciones Enológicas tenían el objetivo de auxiliar la regeneración de un sector tan importante como éste. En una región tan preocupada y centrada en sus viñedos, ésta ya contaba con algunos organismos ocupados de estos temas como la sede de la real Sociedad Económica de Cosecheros, ubicada en un Palacio de la localidad vinícola de Fuenmayor. Pese a que el conjunto de su arquitectura no es monumental, líneas sencillas con piedra de sillería y con un carácter funcional, de forma que con el paso de los años apenas fuese necesario realizar pequeñas reformas para irse adaptando a las nuevas necesidades, lo que sí es indiscutible es su labor continua a lo largo de más de un siglo. Sus comienzos ya fueron exitosos. En pocos años consiguió detener la filoxera injertando un trozo de planta de vid local en el cuerpo de una vid americana, resistente al insecto. Pero esto sólo fue el principio, sus objetivos en la actualidad se centran en combinar la labor de investigación con la docente y divulgativa. Desde 1971 da cabida al Museo del Vino de Rioja. Ocupa lo que fuera la bodega de la estación y conserva el aspecto de un típico calado riojano de elaboración y crianza. Estas y otras razones la convierten en un “monumento” en la historia del vino riojano.

9.- R. LOPEZ DE HEREDIA(Haro)
Fundada en 1877, el semblante arquitectónico de esta bodega es cuando menos caprichoso, sobre todo el del antiguo edificio ubicado sobre la bodega, inspirado en volúmenes que recuerdan las casas de los pueblos franceses de Aquitania, sobre todo por su torre-mirador. Su estructura está compuesta por varias

torretas de tejados rojos de cerámica a ocho aguas, filigranas y ornamentos con combinaciones de piedra y ladrillo. El pabellón de fermentación es la edificación más antigua de la bodega, existente antes de la fecha de fundación. Es un amplio pabellón construido en piedra sillar con tejado a dos aguas, que alberga en su interior las tinas de madera, de más de 130 años de antigüedad y con más de 20.000 litros de capacidad. En 1892 se comenzó a construir la bodega subterránea de crianza, conocido como el calado. Excavado en roca, a pico y pala, por un equipo de canteros, atraviesa el promontorio sobre el que se asienta la bodega con una longitud de 200 metros, hasta asomarse al río Ebro. Tras el calado encontramos un intrincado laberinto de otros pequeños calados construidos para albergar la crianza varios vinos. Sobre la bodega subterránea se encuentra el edificio que sirvió de vivienda al fundador de la casa, Rafael López de Heredia. Tres torres colindantes componen su estructura, y aunque de forma similar, la del centro destaca por su mayor altura. Su elevada figura tiene una doble intención: primero, destacar a gran distancia el rótulo de la firma, Viña Tondonia, y, segundo, convertirlo en un lugar desde donde se pueden contemplar los viñedos de la zona.

Fecha publicación:Junio de 2004
Medio: Viandar