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Madrid, 10 de junio de 2010.- RP.- Con la certeza de que “mis vinos empiezan a estar bien con diez años porque están bien elaborados”, el veterano y jovencísimo de espíritu Alejandro Fernández celebró en Madrid una década de Dehesa La Granja, la bodega que posee junto a su familia en la comarca de Tierra del Vino, en la localidad zamorana de Vadillo de la Guareña. Y lo hizo con una cata vertical de las diez primeras cosechas que se elaboraron de su tinto Dehesa la Granja, desde 1998 hasta 2007, invitando además a juzgar la juventud de sus vinos a nombres destacados del periodismo vinícola, algunos de los cuales consideraron esta cata como un acto de valentía por parte del bodeguero, consagrado por ser uno de los pioneros en dar a conocer el vino de España en el mundo y uno de los padres del nuevo vino español, según el sumiller Jesús Flores, presentador del encuentro y amigo personal de Fernández.

Visionario y pionero

Dehesa la Granja es una de las cuatro bodegas que posee Alejandro Fernández, creador del Tinto Pesquera, el primer ribera moderno. Cuando compró la finca, entonces dedicada a criar ganado bravo, hubo de rescatar la vieja vocación vinícola de la tierra y volver a replantar viñas a lo largo y ancho de sus 800 hectáreas de extensión. Llama la atención en esta peculiar bodega un espectacular calado de 3.000 metros cuadrados excavado en la piedra durante 17 años en el siglo XVIII. Es un lugar donde los vinos de Dehesa la Granja se conservan en inmejorables condiciones, la clave, para Alejandro Fernández, de su longevidad.

Gran defensor de la Tempranillo, a la que llama siempre por este nombre y no con sinónimos como “tinto fino” (comenta jocoso que para él “tinto fino” es un tipo de vino tinto y no una uva, para recalcar siempre que su nombre es Tempranillo y no otro), Alejandro Fernández plantó también aquí esa variedad, a la que ha conseguido sacar unos vinos potentes y de una marcada personalidad. Habla de ellos con confianza, con el conocimiento del que los ha ideado y ha seguido de cerca su evolución, no tiene miedo de decir que para él sus vinos con una década de vida o más son los que mejor saben y que no solo se puede hacer vino de viñas jóvenes (se jacta por otro lado de tener las viñas más viejas de toda la Ribera del Duero en su bodega de Tinto Pesquera), sino que son éstas las mejores viñas para obtener vino de calidad.

Con la cata quedó claro que la juventud de los vinos de Dehesa la Granja reside también en vinos de diez años de vida, y que aquellos que están elaborados a conciencia (tienen dos años de crianza en barrica y otros dos en botella antes de salir al mercado) permanecen en buenas condiciones mucho tiempo.

Por eso a los asistentes no les extrañó la juventud, desde el color a la presencia de taninos y la viva acidez, del vino del ‘98, o la elegancia y el equilibrio de las cosechas ‘00 y ‘02, aunque alabaron también la estructura y potencia de los ‘04 y ‘05, para prever una larga vida a los ‘06 y ‘07, los últimos de la cata.

Para Alejandro Fernández lo viejo resulta joven, y sus vinos con menos años son bebés, sin desarrollar todo el potencial que atesoran. Si le aplicamos a él mismo esta norma, este intrépido bodeguero está, sin duda, en la flor de la vida.