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INFORMACIÓN DEL VINO

Azpilicueta

La marca

La viña y el entorno natural, el arte y la filosofía de modernidad son los tres vectores principales sobre los que se dibuja el perfil de esta bodega. Enate se define a sí misma como “una bodega de nuestro tiempo” y en sus primeros pasos sus responsables tenían como objetivo un consumidor nuevo: “No tenemos historia, decían, y nos dirigimos a consumidores que no tengan marca”. Eso era en la última década del siglo pasado. En la actualidad Enate es la marca de muchos consumidores, es una casa joven pero cargada de historia por haber sido una de las grandes protagonistas de la revolución del vino español, ha traspasado sin variar su rumbo, aunque no sin dificultades, el temporal económico que dicen que ahora amaina y, sin duda, ha pasado a ser, si no la marca, uno de los nombres predilectos de un buen número de aficionados al vino de calidad. La prueba es que sale indemne de una crisis que se ha ensañado de manera especial con las zonas y las marcas nuevas, las menos consolidadas. Enate se fundó en 1991 y toma el nombre del valle de Enate, en el que se cultiva buena parte de las 500 hectáreas de viñedo propio (más otras cien arrendadas) que nutren a la moderna e impoluta bodega. La arquitectura vanguardista de sus instalaciones es toda una declaración de principios en cuanto a la atención al arte, que se plasma en las etiquetas de sus vinos, en las que se reproducen obras de la importante colección de arte moderno que atesora la familia Nozaleda-Arenas, propietaria de la bodega. El otro vector está formado por la filosofía enológica, que se materializa en unas instalaciones vanguardistas y bajo la batuta de Jesús Artajona, el enólogo de Enate desde el minuto uno de su puesta en marcha. Las variedades de uva más prestigiosas de mundo, incluida la Tempranillo hispana, pueblan sus viñas y marcan el carácter cosmopolita de los vinos. Con esas premisas, Enate fue una de las bodegas que contribuyeron de forma decisiva a la configuración de la DO Somontano como una de las zonas vinícolas de la modernidad. En ese proceso ha tenido un papel nada desdeñable el tinto Enate crianza. Es la referencia más popular en una gama de vinos que se sustenta en los tintos, con un diez por ciento de blancos y un cinco de rosados en los dos millones y medio de botellas que cada año salen de la bodega de Salas Bajas. El crianza es seguramente el vino que con mayor claridad refleja el carácter cosmopolita de la marca Enate.

La cata



vistaVista: Aspecto de vino maduro, evolucionado en color; rojo rubí intenso, seno rubí-cereza, marcados tonos teja en el borde.


vista Nariz: Bien ensamblado, franco. Aromas de frutas rojas y de frutillos silvestres, matices de crianza bien engarzados en un conjunto no muy complejo pero con suficiente cantidad de matices y adecuada intensidad; recuerdos especiados, de hoja de tabaco y de maderas curtidas (no cansadas). Ligero toque de piracina que no llega a ser molesto y le confiere carácter cosmopolita: recuerdo de pimiento verde clásico de Cabernet Sauvignon no bien maduro (y de otras variedades: sale también en tintos de Cabernet Franc y en algunos blancos de Sauvignon Blanc). En este vino se confirma que en un trasiego, con oxigenación moderadamente enérgica, se eliminan casi por completo esos olores vegetales no muy pronunciados.

vista Sabores: Destaca su buen equilibrio, con buena intensidad de sabores, acidez adecuada para compensar el alcohol y dar sensación de frescura y sensación de unidad y de buen engarce en un paso de boca grato.

vista Sensaciones táctiles: Mejora considerablemente la trayectoria de la marca (y de tantos otros tintos sustentados en Cabernet Sauvignon) en los aspectos táctiles; apenas hay una punta tánica vegetal que no llega a ser molesta y confiere sensaciones de relieve y de frescura.

vista Aromas de boca y posgusto: Bien expuesto, con los aromas frutales bien marcados en un conjunto ensamblado, bien desarrollado, con notas de maderas de calidad (usadas, pero no fatigadas), especias y hoja de tabaco. Buena salida, sin palatividad vegetal pero con sensación de longitud favorecida por un final de boca amplio, en el que destacan finos rasgos especiados (canela, toquecito de clavo).

vista Sensación global: Tinto cosmopolita, bien situado en los parámetros que llevaron al Somontano a la fama y que encajan bien en los gustos de muchos mercados mundiales. Ha moderado de forma ostensible los tonos de inmadurez (piracina, pimiento verde, taninos en punta) que tuvo en cosechas anteriores. Es una de las mejores cosechas de esta marca.

La evolución

No es un vino pensado para guardar muchos años ni para esperar una mejora ostensible con el paso del tiempo. La crianza, bastante larga en la fase de botellero, lo ha madurado bien y sale a la palestra cerca de su mejor momento de consumo. Sin embargo, no estamos ante un tinto efímero; tiene nervio y energía suficiente para mantenerse en buen momento al menos durante tres o cuatro años más; en una primera fase de un año o año y medio enriquecerá los aromas (hacia especiados y seguramente tonos de trufa y café) y pulirá más el paso de boca, se mantendrá otro tanto al menos y luego decaerá previsiblemente de forma lenta.

El servicio

La temperatura perfecta de consumo es de 16ºC (el servicio ha de ser algo más fresco), no mucho menos porque se harían más evidentes los taninos ni mucho más porque se dejaría ver el alcohol en los aromas. No es necesario trasiego para separar residuos sólidos (no los tiene) pero sí es recomendable para quienes son muy sensibles a esos tonos de pimiento verde, que, en tan escasa presencia como tienen en este vino, prácticamente desaparecen en esa operación de toma de aire durante el trasiego a una frasca de jarreo o decantadora.

La gastronomía

Tinto de amplio espectro gastronómico, encaja bien con muchos tipos de plato y muchas cocinas del mundo. Va bien con sopas (de carne, de verduras), con una amplia gama de arroces (desde los de huerta hasta los de carne, no tanto los de caza) y de platos de pasta (excepto los picantes o los de salazones, como la famosa pasta alla puttanesca), legumbres no demasiado fuertes (mal con la fabada por el tono ahumado de las chacinas, bien con judías con perdiz, excelente con lentejas viudas o con foie-gras). Pizzas, cocas y empanadas van bien, mejor si se evita que intervenga el pimiento, lo mismo que los platos de aves de corral, los pasteles de carne y las carnes frías, así como la ternera o el cerdo ibérico a la plancha, los solomillos de medio mundo (con poca pimienta pero van bien las salsas lácteas, con queso o con nata). No le da la espalda a pescados sabrosos, sobre todo elaboraciones de bacalao (grelhado portugués con sabiduría en el uso de la cebolla, frito, brandada, pil pil), pero también sardinas a la brasa. Amplia gama de quesos, desde los de pasta blanda (brie y camembert, incluso fritos) hasta los de mezcla semicurados, de vaca tipo mahón y algunos de cabra, como el sublime (cuando es bueno) y muy escaso payoyo gaditanos o los no menos buscados quesos majoreros curados.