La Casa Real suele guardar una absoluta discreción sobre los vinos que se consumen en sus actos oficiales. Aunque en los más destacados, caso de las bodas reales, se sirven vinos con etiquetas genéricas de los diferentes consejos reguladores, en las cenas que se celebran antes o después del gran acontecimiento sí se sirven vinos con sus propias marcas. Hemos sabido cuáles han sido los vinos de la boda del pasado día 22, incluidos casi todos los vinos “secretos”.

Quedan lejos los tiempos en los que una firma podía indicar en sus etiquetas fórmulas como “proveedor de la Real Casa” y similares; algunas de esas menciones sobrevivieron al paso de los años y de los regímenes políticos y siguen en ciertas viejas etiquetas. Eran unas menciones que estuvieron en entredicho y se prestaron a equívocos. La llegada de don Juan Carlos I a la más alta institución del Estado no supuso la reanudación de esas prácticas. Además, se introdujo una doctrina novedosa: la selección aséptica de los vinos en los actos de mayor trascendencia pública y las relaciones comerciales plenamente normalizadas entre la institución y sus proveedores. Es decir, que se compran los vinos (a las bodegas directamente, a sus distribuidores o en algunos comercios) y se pagan puntualmente.

Entre el personal adscrito a la Zarzuela o al Palacio Real se cuenta con sumilleres profesionales encargados de la gestión de la bodega, de la compra de los vinos y del servicio de cava. Se dice que el propio rey don Juan Carlos es todo un especialista en vinos de alta calidad y que en ocasiones selecciona personalmente algunos de los vinos que forman parte de los menús que se ofrecen en actos oficiales.

No es el caso de los vinos seleccionados en el ágape central en cada una de las tres bodas de los hijos de los reyes. En los tres casos se realizó una especie de concurso en los consejos reguladores de las denominaciones de origen elegidas y los vinos se ofrecen vestidos con una etiqueta genérica de la zona en cuestión, manteniendo en el anonimato, dentro de lo posible, la marca correspondiente. Al menos, se mantiene una especie de embargo, buscando mantener el secreto al menos hasta que se haya celebrado la boda.

Para la magna celebración del pasado día 22, en la comida preparada por el restaurante Jockey, de Madrid, los vinos servidos fueron de Jerez, Rías Baixas, Rioja, Cava y Alicante. Aunque en los aperitivos se sirvieron otros vinos, el aperitivo oficial fue un fino, al parecer fue Tío Pepe (González Byass) el elegido; todo un clásico, en la cima de la calidad y de la popularidad de los finos jerezanos. El blanco de Rías Baixas fue Albariño de Fefiñanes, la marca más antigua, con mucho, de la zona, que cuenta con cerca de un siglo de trayectoria.

El rioja tenía que ser, por deseo de la Casa Real, gran reserva y de la mítica cosecha ’94; fue seleccionado el gran reserva Imperial ’94, de la Compañía Vinícola del Norte de España (CVNE), un vino que ya no se comercializa y que hubo de salir de las reservas de la bodega. Con los postres se sirvió el moscatel Casta Diva, de Bodegas Gutiérrez de la Vega, un vino que mantiene su prestigio tras haber sido uno de los protagonistas de la modernización de los moscateles hispanos.

Las burbujas del brindis son las que han quedado un tanto en la penumbra. Según unas versiones, se trataría de un cava de Codorníu, casa que siempre suene en este tipo de acontecimientos. No obstante, otras fuentes apuntan hacia Cavas del Castillo de Perelada. Como en anteriores ocasiones, el Consejo Regulador de la Denominación Cava realizó una cata entre docenas de aspirantes y eligió uno. Sin embargo, en esta ocasión han impedido que trascienda la identidad del privilegiado.

Los que sí han trascendido, incluso con envío de notas de prensa, son los vinos utilizados en la cena de bienvenida ofrecida el viernes 21 y oficiada por los dos cocineros estrella de la gastronomía española, Ferrán Adriá y Juan María Arzak. Dos blancos se sirvieron en los aperitivos, Milmanda, de Miguel Torres, de la D.O. Conca de Barberá, y el somontano Viñas del Vero Clarión. Durante la comida se sirvió el blanco navarro Chivite Colección 125 ’02, de Bodegas Julián Chivite. El tinto, elegido expresamente por doña Leticia Ortiz, fue el reserva Matarromera, de Bodega Matarromera, D.O. Ribera del Duero, que fue servido en botella mágnum. Se finalizó con un moscatel de Málaga. Buenos vinos para una recepción que tuvo sus consecuencias: se dice que fueron la causa de la ausencia sonada del representante de una ilustre casa europea.

Hubo una segunda cena, ya de marcado carácter privado, ofrecida en La Zarzuela por el propio equipo que presta su servicio en la residencia de los reyes. Los invitados eran los miembros de las casas reales e invitados ilustres que permanecieron en Madrid tras la ceremonia y algunos amigos íntimos de la familia. Cenaron con el blanco de Rueda Marqués de Riscal Reserva Limousin ’00, de Vinos Blancos de Castilla, y con el rioja tinto Aurus ’99, de Finca Allende, que fue servido en botella doble mágnum. La cima del tinto español sirvió como colofón al acontecimiento mediático más destacado de los últimos años (25 millones de españoles lo presenciaron en directo y correrán ríos de tinta y miles de horas de radio y televisión) y a una selección de vinos verdaderamente interesante y representativa.

Fecha publicación:Mayo de 2004
Medio: El Trasnocho del Proensa