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Madrid, 12 de septiembre de 2012.-AP.- El consumo de las conservas de pescados y mariscos como tapa en las tabernas constituye todo un clásico. Algunas barras, de las de siempre y de las recientes, incluidos bares de vinos, han mantenido esa relación entre un preparado alimenticio que puede ser suculento y requiere poca o ninguna preparación y el vino de la frasca o, por culpa de la baja calidad de éste, el recurso creciente de la cerveza helada.

Sin embargo, cuando se escribe sobre el buen maridaje de alimentos con un vino concreto pocas veces se recurre a las latas, a pesar de que constituyen un legendario recurso para los que ahora llaman singles y en general, salvo aderezos poco respetuosos con la materia prima o productos de mala calidad, son combinaciones que dan resultados satisfactorios. Las razones son, a partes iguales, el encandilamiento que producen las preparaciones complejas o de halo más aristocrático y el hecho de que incluir una humilde lata o calificar a un vino como bueno para el aperitivo es algo así como mentarle a la madre al bodeguero.

Además, vinos y conservas tienen más cosas en común, como la capacidad de envejecimiento en su envase cerrado, faceta bien conocida y apreciada en el mundo del vino pero muy poco explorada en el de las conservas. Con la excepción de los más golosos entre los aficionados a esas preparaciones que, de su origen como parte de la munición de boca en los ejércitos, heredan la función de recurso de emergencia en el hogar y desembocan en algunos casos en auténtica joya gastronómica.

Dos empresas de larga trayectoria han querido romper una lanza a favor de ese clásico del maridaje tabernario. Una de ellas dedicada al vino, otra a las conservas de pescados y mariscos. Una del corazón de Castilla, otra de meollo de las marisqueras rías gallegas. Una, Avelino Vegas, situada en la DO Rueda, que vino acompañada de su firma hermana, Bodegas Fuentespina, de la DO Ribera del Duero. La otra, Paco Lafuente, fundada en 1904 y bien conocida por los amantes de las conservas de calidad.

La propuesta se ha escenificado hoy en el restaurante Arce de Madrid. Iñaki Camba, el chef, ha hecho desfilar una serie de refinadas tapas con preparaciones a base de buenos mejillones, navajas y almejas, unos berberechos de tamaño considerable (hubo quien, decidido a terminar con la producción de esta campaña de Paco Lafuente, no consiguió encontrar no un grano de arena ni un fragmento de concha) y unas humilde y extraordinarias sardinillas en aceite.

Los vinos propuestos fueron los dos blancos de Avelino Vegas, el verdejo Montespina y el semidulce Circe, cuyos productores no reniegan de su buen papel a la hora del aperitivo. Un buen ejercicio en el que se comprobó que las conservas de calidad requieren de poco aderezo y que fue una sugestiva y fresca entrada para la comida, en la que se degustaron los tintos Montespina y F de Montespina con platos en los que los productos de la casa Paco Lafuente tenían una presencia anecdótica (unas zamburiñas en un arroz caldoso no demasiado expresivo) o nula.