La Denominación de Origen Priorato ha experimentado uno de los más espectaculares procesos de transformación que ha vivido una zona vinícola en todo el mundo. En sólo diez años ha pasado de la depresión al estrellato. Ahora va camino de convertirse en la Borgoña española.

La atención al terruño, la limitada superficie de los bien diferenciados pagos vitícolas, la proliferación de pequeñas bodegas consagradas a unas pocas viñas y hasta el empleo del término “clos” en las marcas traen a la mente la estructura productiva de los vinos borgoñeses. El prestigio y la cotización alcanzados por los vinos refuerzan esa imagen en una zona vinícola privilegiada a la que sólo en los últimos diez años ha tocado la varita mágica de la fortuna.

En 2001 la D.O. Priorato alcanzaba la categoría máxima del vino español y se convertía, tras Rioja, en la segunda “denominación de origen calificada” del país. Es una muestra importante de la importancia de un proceso de transformación que está influyendo en los vinos de toda España y en particular en los de Cataluña. Muchas zonas toman al Priorato como referencia para afrontar su renovación y en ciertos casos los técnicos de las bodegas prioratenses influyen directamente en esas comarcas vinícolas elaborando vinos o asesorando a bodegas en aspectos de cultivo de viñedo o elaboración de vino.

La filosofía de cultivo, de elaboración, de crianza y hasta de comercialización puede ser exportada. Al contrario que las condiciones de una comarca que mantenía casi del todo oculto su enorme potencial. En los años sesenta, técnicos de la FAO (Oficina de las Naciones Unidas para la Agricultura) visitaron y analizaron a fondo los factores de calidad del Priorato y concluyeron que tenía todas las condiciones para elaborar los mejores vinos del mundo. Fue como predicar en el desierto porque, con muy escasas y esporádicas excepciones, los vinos del Priorato siguieron el triste destino de muchas de las zonas vinícolas españolas que hoy se reivindican: el mercado del granel, siempre receptivo a los vinos de intenso color y generosidad en cuerpo y grado alcohólico.

A pesar del informe de la FAO, el vino del Priorato se mantuvo en los tristes parámetros tradicionales. La zona era un auténtico señorío feudal, propiedad del Priorato de Scala Dei, hasta que a mediados del siglo XIX se produjo la llamada “desamortización” (privatización de las propiedades eclesiásticas). La propiedad de la tierra del Priorato se repartió entre unas pocas familias y con el paso del tiempo se fue fragmentando en parcelas más pequeñas, en manos de los campesinos de la zona. El viñedo era, junto con los muy mediterráneos olivos y frutos secos (almendras, avellanas), el cultivo más extendido en la accidentada orografía de esta comarca. Un cultivo de enorme dificultad que durante muchos años fue a parar a las cooperativas locales. La mayor parte de la producción se vendía a granel y a precios insuficientes para garantizar la supervivencia de las familias, que se vieron obligadas a emigrar a las zonas industriales cercanas o a viajar cada día para trabajar en las comarcas vecinas.

En esas condiciones, el embotellado de vinos era una auténtica excepción. La cooperativas embotellaban pequeñas partidas con los vinos que no habían vendido a granel en una curiosa paradoja: los comerciantes de vinos a granel elegían la mejores partidas, que se pagaban en plazos relativamente cortos, y los vinos de menor calidad eran los que se vendían a pie de bodega en pequeñas partidas de granel o, aún en menores cantidades, embotellados. Hubo una excepción con la puesta en marcha en 1974 de Cellers de Scala Dei, una bodega familiar que buscó la buena esencia del Priorato y la encontró en algunas cosechas memorables, como el ’76 o algunas de los años ochenta. Fueron vinos no muy bien entendidos en la época y, de hecho, la bodega tuvo que cambiar la línea de sus vinos hacia perfiles más comerciales. Sin embargo, sí que pueden ser considerados precursores de lo que vino después.

La renovación llegó a partir de 1989 de la mano de René Barbier y un grupo de amigos. La familia de René Barbier tiene una larga tradición en el mundo del vino de Cataluña. Su bisabuelo, León Barbier, se trasladó en 1870 desde Francia y compró fincas en diversas zonas de Cataluña. Su abuelo, René Barbier, fundó la marca de vino del mismo nombre, integrada hoy en el poderoso grupo Freixenet. Con el paso del tiempo, la familia se alejó de la producción vitivinícola, pero no del mundo del vino. En los años ochenta, René Barbier era el responsable de exportación de Bodegas Palacios Remondo, de la D.O.C. Rioja. Así conoció a Álvaro Palacios y a algunos de los actuales productores del Priorato. Conservaba algunas de las fincas de su familia en el Priorato y proclamaba como un visionario las excelentes condiciones de la zona para hacer grandes vinos. Finalmente, convenció a cuatro de sus amigos y se embarcaron en una aventura que iba a transformar el vino del Priorato y a poner el germen de toda la nueva generación de enólogos y vinos de Cataluña.

En la cosecha de 1989 se estrenaban en la elaboración los cinco profetas del nuevo Priorato: Dafne Glorian, norteamericana, esposa de un importante comerciante de vinos, el riojano Álvaro Palacios, Josep Lluís Pérez Verdú, profesor en la Escuela de Viticultura y Enología de Falset, Carles Pastrana, amigo de la infancia de René Barbier, y el propio René. Elaboraron juntos sus vinos y los comercializaron cada uno con su propia marca: Clos Erasmus, Clos Dofí (luego rebautizado como Finca Dofí), Clos Martinet, Clos de l’Obac y Clos Mogador.

Los inicios no fueron sencillos. Chocaron con la limitación de medios en unas instalaciones comunes dotadas sólo con lo más elemental. Y chocaron contra la burocracia: habían introducido variedades foráneas, como Cabernet Sauvignon, Merlot y Syrah (fueron pioneros también de la Syrah en España), que no estaban autorizadas en la D.O. Priorato y en un primer momento fueron excluidos de esa denominación de origen. Se daba la paradoja, tantas veces repetida, de que los mejores vinos de la D.O. Priorato no podían llevar el nombre de la zona. Otra de las dificultades serias fue el precio: las más o menos 3.000 pesetas por botella eran una auténtica provocación hace diez años, cuando un gran reserva de Rioja, todavía la cima del vino español, apenas alcanzaba las 2.000 y el propio Vega-Sicilia “Unico” no pasaba de 10.000.

Las dificultades pusieron en serio peligro el proyecto y en 1992 los cinco mosqueteros se separaron, tomando cada uno su camino con la única excepción de Dafne Glorian, que siguió bajo el manto protector de René Barbier hasta hace unos pocos meses, que ha comprado la vieja bodega de Álvaro Palacios, instalada en un antiguo cine de Gratallops. Después de una cierta travesía del desierto, los “clos” emergieron como la gran revelación del vino español de los noventa. Venían a unirse a la irresistible ascensión de los tintos de la Ribera del Duero para renovar el panorama vinícola español, dominado por unos vinos clásicos de Rioja que también empezaban a tener réplica dentro de la propia Rioja con los Barón de Chirel, Dominio de Conté, Torre Muga o San Vicente, que fueron pioneros de los nuevos riojas.

En el propio Priorato pronto cundió el ejemplo. A esa primera generación de “clos” se unió una nueva oleada, protagonizada en buena medida por alumnos de la escuela de Falset, un auténtico criadero de jóvenes enólogos formados por profesores como Josep Lluís Pérez Verdú o Joan Assens y curtidos en las bodegas de los cinco pioneros. Así surgieron nuevos vinos, como Gran Clos, Fra Fulcó o Pasanau. Al mismo tiempo, la pujanza de las marcas ya establecidas hacía que se iniciara una pugna por el fruto de las viejas viñas de las terrazas y “costers” de la zona. Esa lucha trajo la transformación de las cooperativas en un doble sentido: por un lado veían como algunos de sus asociados abandonaban la cooperativa bien para vender a buen precio sus uvas, bien para poner en marcha sus propias bodegas; por otra parte, algunos de los nuevos proyectos se sustentaron en una colaboración con las cooperativas, en la que los impulsores de las nuevas marcas ofrecían asesoramiento técnico a la cooperativa y a sus socios, tanto en la elaboración como en el cultivo, a cambio de seleccionar uvas para sus vinos. Así surgieron Mas Igneus, con la cooperativa de Poboleda, impulsado por Josep María Pujol-Busquets, enólogo de Parxet (Alella), y Josep María Albet i Noya (Penedés), o Cims de Porrera, en el que participan la cooperativa de Porrera, la familia Pérez Verdú (Clos Martinet), el cantante Lluís Llach y el notario Enric Costa.

Eso era ya en los últimos años noventa y era la época de la tercera generación de bodegas del Priorato. Era la época en la que se unieron las grandes inversiones de forasteros y las pequeñas bodegas sustentadas en una viña familiar de dimensiones más bien reducidas y pertenecientes en su mayor parte a viticultores de toda la vida de la zona, los que iban abandonando las cooperativas o recuperando viñedos casi perdidos por su escasa rentabilidad.

Uno de los primeros en llegar fue Miguel Torres, que inició una espectacular plantación en terrazas en una elevada ladera de Porrera. Freixenet penetró a través de su participación en Viticultors del Priorat, firma impulsada, entre otros, por Luis Atienza, antiguo ministro de Agricultura. Codorníu no se quedó atrás y compró una participación importante en Cellers de Scala Dei. Pere Rovira, un importante comerciante del Penedés, compró la vieja Masía Barril y creó la pujante Viticultors Mas d’en Gil. El propio Lluís Llach inició su andadura personal con Vall Llach, uno de las más importantes nuevas marcas del año 2001 en España.

Junto a ellos, han ido apareciendo una miríada de nuevos vinos de bodegas muy pequeñas, como el excelente blanco de Joan Sangenís Juncosa, los vinos de Sangenís i Vaqué, Celler del Pont o Celler Mas Doix. Destaca en ese grupo el extraordinario Clos Manyetes, procedente de una viña tan pobre que únicamente admite la variedad Cariñena; es el vino del belga Luc Van Iseghem, propietario de un pequeño hotel rural en Falset. Es otro de los amigos de René Barbier que compró su viña en los tiempos heroicos pero que no se ha decidido a elaborar (o, mejor, a que se lo elabore René Barbier) hasta la cocecha ’99.

En todo ese proceso se ha modificado hasta la propia fisonomía de los pueblos del Priorato. La pujanza del vino ha traído una inusitada prosperidad a los pueblos de una zona que era seguramente la más deprimida de Cataluña. El precio de las uvas, en torno a los 20 euros el kilo, uno de los más altos de España, ha dado una nueva perspectiva al duro trabajo en las empinadas laderas donde se cultiva el viñedo. La viña es rentable y son muchos los que están recuperando sus viejos viñedos, reconstruyendo los bancales, recuperando los cotizados viñedos de “coster” y realizando nuevas plantaciones. El flujo migratorio se ha modificado: están volviendo muchos de los que se fueron y la diáspora diaria hacia las industrias de Mora d’Ebre, Falset, Reus o Tarragona se ha detenido. Incluso se ha invertido el sentido y la construcción o reconstrucción de bodegas y viviendas hace que sea necesario contratar a los “paletas” (apelativo de los trabajadores de la construcción) fuera de la comarca.

La época dorada del Priorato, tal vez la primera desde que se instalaran aquí los monjes hace casi mil años, se ha proyectado al exterior. El que podemos bautizar como “efecto priorato” ha tomado tal fuerza que ha sido capaz incluso de detener, unido a los movimientos ecologistas y ciudadanos de las comarcas vecinas, la construcción de una central térmica que amenazaba todo el ecosistema del sur de Tarragona. En lo que se refiere al aspecto puramente vinícola, los efectos son indudables. Se palpa una nueva realidad en los vinos de Cataluña, con toda una nueva generación de jóvenes enólogos, cachorros casi todos del vivero de Falset y rodados en el trabajo en bodegas del Priorato, que están cambiando los vinos de zonas como Terra Alta, el propio Penedés en lo que toca a vinos tintos, la lejana D.O. Ampurdán-Costa Brava y fuera de la región. En esa nueva camada entran también los herederos de algunos de los pioneros, como el joven René Barbier y, sobre todo, Sara Pérez Ovejero, hija de Josep Lluís Pérez Verdú, auténtica correcaminos vinícola cuya zona de influencia se extiende por toda la costa mediterránea española y las islas Baleares y, además, aún tiene tiempo de poner en marcha un proyecto personal, el vino Venus, en la D.O. Montsant.

La influencia llega, por supuesto, al entorno más próximo: en 2001 se puso en marcha la nueva D.O. Montsant, casi un anillo alrededor de la D.O. Priorato formado por algunos pueblos que estaban integrados en la comarca histórica del Priorato, entre ellos la capital comarcal, Falset, pero no en esa denominación de origen. Las bodegas de Montsant, que antes pertencían a la D.O. Tarragona, subzona Falset, intentaron en varias ocasiones integrarse en la D.O. Priorato y finalmente optaron por crear una denominación de origen propia.

La actualidad del Piorato está marcada en el paisaje por la proliferación de nuevos viñedos y de las grúas de la construcción de bodegas, que son como banderas de la nueva prosperidad de la zona. En los vinos, se vive la constante llegada de nuevas marcas, que se va a prolongar durante varios años todavía, y la consolidación, desarrollo y se diría que paulatino refinamiento de los pioneros, que en su mayor parte están superando satisfactoriamente la asignatura del paso del tiempo, una de las incógnitas que pesaban sobre estos vinos. A las nuevas iniciativas señaladas hay que sumar los vinos especiales que van elaborando las casas ya establecidas. La sombra de L’Ermita, uno de los más cotizados vinos españoles, es alargada y muchos caen en la tentación del vino caro. Algunos acompañan el precio alto con una gran calidad. Otros, no tanto.

El secreto está en las “llicorellas”
La altitud, la orientación y la edad de las viñas son elementos fundamentales en la configuración de los modernos vinos del Priorato. Sin embargo, el factor que aglutina en mayor medida la personalidad de los prioratos es el suelo. Aunque en las comarcas vecinas también hay áreas similares, el suelo fue un factor determinante a la hora de definir la zona de producción de Priorato cuando nació la denominación de origen, en 1954. Los terrenos pedregosos procedentes de la degradación de las pizarras forman las llamadas “llicorellas”, terrenos muy pobres en nutrientes, sanos y muy drenados, aunque forman una capa que dificulta la evaporación del agua que puede filtrarse. Además, esos pedregales formados por cantorral poco o nada rodado retienen durante las frescas noches el calor acumulado a lo largo de los cálidos días del periodo de maduración.

Las “llicorellas” sustentan a la mayor parte del viñedo prioratense, tanto en las zonas bajas como en las empinadas laderas de la comarca. En éstas últimas el cultivo se dispone de dos maneras, en terrazas o bancales, sustentados por muros de piedra, o bien plantadas las viñas directamente en la pendiente, en los cotizados “costers” más tradicionales. Las terrazas permiten una cierta mecanización del laboreo de la viña, admiten el cultivo en espaldera y, en ocasiones, una instalación de riego por goteo; además, pueden retener cierta cantidad de agua de lluvia. Por todas esas circunstancias, son las que albergan a la mayor parte del viñedo joven de la zona.

Los viñedos de “coster” son los más viejos de la zona; a veces se encuentran en laderas de una inclinación que hace muy penoso el trabajo de laboreo, poda y vendimia. Los “corters” apenas retienen una mínima parte del agua de lluvia, que corre libremente ladera abajo, lo que proporciona unos rendimientos muy cortos (en ocasiones mil kilos de uva por hectárea, lo que puede suponer un kilo por planta, y a veces menos) pero una gran concentración.

A las dificultades del terreno se une un clima duro, seco (las lluvias, entre 550 y 600 mm. al año, están muy mal repartidas y se presentan casi siempre en forma de violentos aguaceros, como el que hace dos años fue capaz incluso de derribar algunos bancales), con el carácter mediterráneo muy matizado por la altitud (desde 200 hasta casi 1.000 metros sobre el mar) y por la influencia de los vientos secos y fríos del norte. Los veranos son muy cálidos y los inviernos fríos, aunque no excesivamente largos, con moderado riesgo de heladas tardías.

La comarca ofrece un paisaje de excepcional belleza en una orografía muy accidentada, estructurada en el curso del río Ciurana, que discurre sinuoso desde el macizo montañoso del Montsant hasta unirse con el Ebro al sur de la zona. Las terrazas, donde se cultivan viñas, olivos y almendros, dan a las laderas un aspecto de obra faraónica. Esos cultivos tan característicos del Mediterráneo se alternan con la flora clásica del monte bajo, en la que proliferan las plantas aromáticas.

El Priorato reúne unas condiciones excepcionales para el cultivo de viñedo de alta calidad, como reconoció la comisión de la FAO hace casi medio siglo, pero es poco generoso en lo que se refiere a producción. Las duras condiciones de la mayor parte de los terrenos de cultivo han impuesto la adopción de cepas muy rústicas, resistentes a las condiciones más extremas. La uva Garnacha, en sus tres versiones (blanca, tinta y peluda) es la reina del viñedo de la zona, pero en ocasiones ni siquiera esa cepa puede medrar en los pobres terrenos de “coster”, por lo que deja su plaza a la aún más heroica Cariñena. Son las uvas que dan el carácter a los modernos prioratos, con el refuerzo inicial de Cabernet Sauvignon y algo de Merlot y la llegada también bastante temprana de la uva de moda en amplias zonas cálidas, la Syrah.

Entre las blancas no parece que los ensayos con Chardonnay hayan dado buenos resultados, pero hay vinos muy interesantes, como el Clos Nelin de René Barbier, en los que intervienen cepas como Viognier. En general, los vinos blancos del Priorato buscan guardar la personalidad de la difícil Garnacha Blanca y sus fragancias de monte bajo, bien sea en solitario, bien con la compañía de otras, como las mencionadas francesas, las locales Xarel•lo y Picapoll o la exótica Pedro Ximénez, la misma de los grandes vinos dulces de Andalucía, presente desde hace muchos años en el Priorato.

Fecha publicación:Enero de 2002
Medio: Spain Gourmetour