Uno de los rasgos que distingue a las grandes zonas vinícolas y también a las grandes bodegas es el respeto. El respeto a la trayectoria de la zona o de la bodega, al estilo de sus vinos y a los consumidores. Una gran zona o una gran bodega ha de ser fiel a sí misma y a sus clientes, que tienen encontrar en los vinos de esa comarca o de esa firma el perfil que conocen y que desean. Cualquier cambio podría ser considerado como un fraude y las grandes regiones vinícolas y las grandes casas son grandes precisamente porque no defraudan a sus fieles.

En contra de lo que puede parecer, no se trata aquí de hacer un canto al inmovilismo. Muchos pueden caer en la tentación de detener el tiempo, de dejar los vinos congelados en un determinado estilo de éxito, como en una foto fija. No caen en la cuenta de que la foto pierde color y actualidad, se degenera no por sus cualidades intrínsecas, sino por los cambios que se producen en el entorno. Una foto en blanco y negro de hace medio siglo, por buena que fuera la cámara y el fotógrafo, fue en gran medida superada por la fotografía en color, que era otra cosa diferente pero que gustaba más a la gente porque era una reproducción más fiel de la realidad.

Después se fue disponiendo de medios mejores para reflejar la realidad: el superocho célebre, la cámara de vídeo, ahora la cámara digital, imprimían movimiento y proporcionaban sonido. Tal vez pronto haya nuevas tecnologías que permitan, por ejemplo, conservar y reproducir olores junto a las imágenes. O todo lo que se nos pueda ocurrir, incluso facetas que ahora ni siquiera imaginamos.

Sin embargo, ni la diapositiva en color, ni la cámara digital, ni el vídeo casero han hecho desaparecer la buena foto en blanco y negro. Se guarda como una alternativa adecuada, y se diría que insuperable, para determinadas circunstancias que requieren una reproducción tal vez no tan fiel a la realidad y sí más artística. Y como un punto de referencia, un conocimiento del punto de partida en el que se inició el camino desde los primeros daguerrotipos hasta la fotografía digital.

En el mundo del vino ocurre algo parecido. Las grandes zonas y las grandes bodegas no se quedan paradas, pero tampoco desprecian sus orígenes. Es necesario conservar los puntos de referencia como punto de partida para la evolución y la actualización. Es necesario poder disponer de esos puntos de referencia por muchos motivos, no sólo por ser una especie de reliquia o una pieza de museo, sino porque hay consumidores que relaman ese estilo de vinos, que es con el que se han formado como consumidores y que constituyen su punto de referencia cualitativo.

Además, con pinceladas de diferentes colores o con diferentes tonos de negro, es como se pinta un cuadro de relieve. En una comarca vinícola grande y en una bodega grande debemos pedir precisamente ese relieve. Lo mejor es poder disponer de vinos de diferentes estilos, de manera que se pueda conseguir el objetivo utópico de contar con un vino para cada momento, ya que sabemos que sí hay un momento para cada vino.

A lo largo de más de cien años, Bodegas Riojanas ha sido uno de esos puntos de referencia que precisan las grandes zonas productoras. Y a estas alturas nadie puede poner en duda que Rioja es uno de los grandes nombres del vino mundial. Gracias a sus condiciones naturales, a sus variedades de uva, a la sabiduría de sus campesinos y, sobre todo, gracias a las grandes bodegas que son las que le han dado su principal lustre. Bodegas Riojanas ha sido fiel al clasicismo que hizo grande el nombre de Rioja, pero no ha quedado como una foto fija manteniendo ese estilo de forma inamovible. Contribuyó a crear el perfil de los tintos de Rioja tal como lo conocemos hoy. Viña Albina es heredero directo de aquellos “vinos finos de Rioja” que terminaron por imponer su ley de calidad a finales del siglo XIX.

Esos vinos revolucionarios no hicieron desaparecer los estilos más clásicos de la zona, los tintos jóvenes o los rosados de poco color, que eran los que primaban y que aún hoy constituyen el estilo preferido de muchos consumidores. Del mismo modo, hay otros consumidores que prefieren un estilo de vino algo diferente, con crianza pero con más estructura que los “vinos finos” (si no son finos, ¿serán vinos bastos?). Bodegas Riojanas también prestó atención a esos consumidores con su Monte Real, un corte de vino que podría ser antecedente de la modernidad (si los modernos son “alta expresión”, como mantienen algunos, ¿acaso los “finos” como Viña Albina o los “bastos” como Monte Real son de baja expresión?).

Bodegas Riojanas, como algunas otras, sirvió al mercado los dos estilos de tinto y trabajó en otros vinos: en los crianza, en los jóvenes, en los rosados, en los blancos, secos y semisecos, en los modernos fermentados en barrica que se han impuesto en los últimos años. Ha ido desarrollando nuevos vinos de forma pausada, sin movimientos bruscos, con respeto a sus consumidores, que llevan toda la vida viajando con los vinos de esta firma centenaria por la senda del rioja de calidad. El avance no se detiene, no ha de haber inmovilismo. Pero el movimiento ha de ser respetuoso. Como corresponde a un punto de referencia.

Artículo incluido en el libro Bodegas Riojanas 1890-2005
Cenicero (La Rioja), 2006

Fecha publicación:Enero de 2006
Medio: Libro Bodegas Riojanas 1895-2005