Cuando los vinos de la DO Alicante se movían entre los dos extremos, el clasicismo más rancio y la modernidad en estilo Nuevo Mundo, el tinto El Sequé vino a poner orden. Fue el primero en reivindicar la uva Monastrell para vinos modernos y de alta calidad. Y tuvo que ser iniciativa de forasteros.

En una etapa de renovación de estructuras, que se verificó en mayor o menor medida en todo el entorno del Altiplano Levantino, los tintos de la DO Alicante quedaron anclados en los viejos esquemas. En esos viejos esquemas, desde muy antiguo, la zona de Pinoso y su entorno (el triángulo que forma con Monóvar y Villena, el corazón del valle del Vinalopó vitícola) gozaba de prestigio. Tintos de color intenso, generosos y vigorosos, que en las zonas elevadas, como Pinoso, ofrecían, además, una notable frescura proporcionada por su inmejorable situación, en área elevada, casi 700 metros sobre el mar, rodeada de sierras (Salinas, El Serral, El Carche, Quibas) con varias cumbres que superan los 1.000 metros de altitud.

Rasgos que proporcionan indudable calidad en unos vinos demandados y cotizados por el clásico mercado de los graneles, mercado anónimo que llevó a los tintos de Monastrell o de Garnacha Tintorera de Pinoso a viajar para arreglar media Europa vinícola. Esa salida era cómoda, no requería enorme esfuerzo en la elaboración y tampoco los costos de una crianza o de un embotellado. Pero tampoco proporcionan el deseado valor añadido, lo que no fue obstáculo para que una tímida modernización llegara a la DO Alicante. Sin embargo, cuando llegó, lo hizo cambiando totalmente el estilo, con vinos de indudable mérito pero en los que se dejaban de lado las variedades de la zona a favor de las más famosas uvas internacionales. Vinos que querían alejarse del perfil habitual en la zona y de su poco favorable imagen.

En esa situación, uno de los escasos inversores foráneos que actuaba en la zona, un comerciante de vinos de Irún que trabajaba también con granel, puso en venta su finca y su modesta bodega. Se interesó por ella un jumillano de prestigio, Agapito Rico, el autor de los tintos Carchelo que inauguraron la renovación de Jumilla. Agapito Rico habló de las posibilidades de El Sequé con su amigo y compañero de correrías vinícolas internacionales Juan Carlos López de la Calle, autor de los Artadi y Pagos Viejos riojanos y del navarro Santa Cruz de Artazu. Contra lo que esperaba, el alavés se embarcó enseguida en el proyecto y en 1999 crearon Laderas de Pinoso.

La nueva iniciativa se sustenta en una finca de 40 hectáreas, plantada mayoritariamente con Monastrell y con aportación reducida de otras variedades, como Cabernet Sauvignon, Syrah, Tempranillo y un poco de Garnacha Tintorera. A despecho de la existencia de esas otras cepas, algunas de las cuales, como la Tempranillo, están siendo sustituidas por Monastrell, es la uva autóctona la protagonista del trabajo en la modesta pero pulcra bodega (hay un proyecto de construcción de nuevas instalaciones). Al contrario que otros que llegaron más tarde, en las elaboraciones se busca explotar las cualidades de la uva Monastrell para obtener vinos de alta gama y no vinos que se sitúen en esa zona procelosa de la relación calidad-precio.

Se aplica la filosofía que se plantean los autores en sus respectivas bodegas de origen: respeto al terreno, búsqueda de fruta y frescura y reivindicación de las variedades autóctonas. El equilibrio es la clave; con el sabio manejo de los recursos, incluido el riego, y la elección de la fecha de vendimia, buscan salvaguardar los rasgos de la fruta sin forzar el estrés hídrico para evitar tonos pesados, pero ajustando todo para obtener ese punto de madurez que caracteriza al más fino carácter mediterráneo.

Aunque sus responsables manifiestan que aún están perfilando y forjando el estilo de los dos tintos de la casa, los resultados de su evolución, pausada y discreta en sus manifestaciones, son claros: El Sequé, tinto estructurado y de altura, se ha consolidado desde el primer momento como uno de los mejores tintos de la DO Alicante, reconocido por la crítica y valorado por las principales guías. El segundo vino, Laderas del Sequé, un media crianza con 4 a 6 meses de barrica, destaca por su equilibrio y por una frescura muy poco habitual en la zona.

La comercialización es una de las causas de esa trayectoria un tanto discreta en cuando a ruido. Los vinos cuentan con una correcta presencia en el mercado local, al menos en los establecimientos más interesantes, los más inquietos por el mundo del vino, pero no tanto en el mercado nacional. La exportación acapara el 85 por ciento de la producción, con especial éxito en Alemania, Holanda y Estados Unidos, donde se han instalado bien, incluso en la vinícola California. Con los vinos de la finca El Sequé se mantiene la vocación viajera de los tintos de Pinoso pero en una dimensión radicalmente diferente. Son vinos pioneros de un nuevo estilo creado por técnicos llegados de fuera de la zona que, paso a paso, van viendo que esa filosofía empieza a cuajar.

Fecha publicación:Marzo de 2006
Medio: Viajeros por la Comunidad Valenciana