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Saltamos en los últimos tiempos de apocalipsis en apocalipsis. Las crisis que se suceden en los ámbitos de los grandes números, y se reflejan en las pequeñas economías, son objeto de hipérboles sin fin de manera que términos terribles, como apocalipsis, se quedan cortos por desgaste. El maligno Covid 19 ha supuesto algo así como la madre de todas las batallas, el anticipo del Armagedón. A la vista de la histeria colectiva, no sé si habrá un mañana.

El famoso coronavirus o Covid 19, términos que se han marcado a fuego en las biografías de todo el mundo, ha tenido unas consecuencias inimaginables. Sobre todo si se tiene en cuenta su dimensión real, comparada con las muertes que causa cada año la gripe, el tabaquismo, el cáncer, el alcoholismo o la suma de enfermedades raras y minoritarias que apenas merecen la atención de la ciencia o de la poderosa industria farmacéutica. La misma poderosa industria que, a pesar de lo goloso que se dibuja el horizonte para quien descubra el remedio o la vacuna, parece tener el buen criterio de cumplir los plazos que marcan los científicos.

Seguramente cuando estas líneas vean la luz, que no sabemos cuando será, lo que aquí se escribe haya sido superado por una realidad incierta. Por el momento, las medidas de aislamiento han puesto a la puerta de casa unas imágenes que son familiares pero a través de la ficción, del cine de catástrofes o de las series de zombies. Por el momento, con una disciplina bastante generalizada por parte de la ciudadanía, aunque hay aspectos inquietantes, como la proliferación de gentes armadas controlando las calles, que ya se sabe que se da a un gañán un uniforme y la mínima ocasión para ejercer mando y se cree almirante de la mar océana.

Hay que decir que este Armagedón ha traído cosas positivas, como esa disciplina ciudadana o el reconocimiento, refrendado por las medidas gubernamentales, a colectivos que suelen ser objeto de merecido elogio, como los sanitarios o los cuerpos de seguridad y emergencias, pero también a otros que no suelen estar en el foco, como dependientes de los comercios de alimentación, quiosqueros (especie a extinguir) y hasta peluqueros. También ha confirmado la cara miserable de la naturaleza humana, materializada en la actitud de algunos políticos, en la especulación con elementos escasos, como las mascarillas, en la iniciativa de algunos restaurantes, que inmediatamente despidieron a toda la plantilla o en cierta xenofobia proyectada contra los propietarios de segundas viviendas en zonas de vacaciones, que resultan molestos salvo a la hora de pagar los impuestos o de gastar sus dineros en los negocios locales.

Este Armagedón llegó a plazos. Primero, como una noticia exótica porque se daba en una recóndita provincia de la lejana China. Después, como cierta inquietud, luego como una alarma, que despejó de un plumazo las agendas. Como un tsunami, desaparecieron las citas que abarrotaban las páginas de marzo en la programación de los profesionales. En el caso del sector del vino, todo se trastocó. La Barcelona Wine Week se libró por los pelos y pasó rozando la celebración de Bacchus, la cata concurso anual de la Unión Española de Catadores, cita mundial de la que se descolgaron a última hora algunos de los catadores. Pocos pueden decir lo mismo.

La alemana Prowein es una de las grandes citas del vino mundial, tal vez la más importantes, en pugna con la francesa Vinexpo o con la británica London Wine. Debería haber abierto sus puertas en Düsseldorf el 15 de marzo, hasta el 17, pero se canceló a pocos días de su inauguración; la nueva fecha será del 21 al 23 de marzo de 2021.

Decisión drástica que no lo fue tanto en Italia, donde Vinitaly, feria prevista para abril se ha pospuesto hasta junio (del 14 al 17). La española Alimentaria se va más lejos, al final del verano; sus nuevas fechas son del 14 al 17 de septiembre.

Algunos han sido más optimistas. El aplazamiento parece corto en el caso del Salón del Club de Gourmets, que debería celebrarse entre el 30 de marzo y el 2 de abril y pasará a junio, concretamente del 15 al 18, según un comunicado emitido por el Grupo Gourmets menos de un mes antes de las fechas previstas. Vinoble, el salón jerezano de los vinos generosos, mantiene sus fechas, del 24 al 26 de mayo, pero tenía prevista una reunión a finales de marzo en la que se estudiará la situación. Lo mismo en el caso Organic Food Iberia, en Madrid, que tiene previsto reunir a 600 empresas de productos ecológicos y mantiene sus fechas del 3 y 4 de junio.

Las citas más modestas, como presentaciones, salones colectivos y hasta la entrega de los Premios Mass Vino, han sido barridas por el tsunami Covid 19, como lo ha sido la hostelería en pleno y tantos otros aspectos de la vida en una crisis que se presenta como pasajera, pero que está por ver la duración de sus efectos. Se afronta una prueba de fuego para todo el país, incluso para el futuro de la Unión Europea. Las primeras impresiones muestran una ciudadanía a la altura de las circunstancias, al menos en caliente y antes de sufrir de nuevo las consecuencias. Falta ver si sus representantes, las instituciones públicas y privadas responden en la debida proporción o aprovechan, como en la última crisis, para profundizar en los desequilibrios. Hay que cruzar los dedos.

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