Desde hace unos años, el Duero se postula como uno de los grandes ríos vinícolas del mundo. Pugna por situarse a la altura e prestigio del Garona, el Ródano, el Loira, el Rhin o, en España, en Ebro. Toro, en el centro, está en camino para convertirse en una de las más firmes referencias de la casta vinícola del padre Duero. Es una zona clásica pero está todavía por descubrir.

Abundante viña vieja, con predominio de una variedad de alta calidad; clima árido, en el límite de la supervivencia de la viña y garantizando una buena maduración; suelos sueltos, sanos y pobres; vinos estructurados, potentes y vigorosos. Toro tiene todo lo necesario para triunfar entre los mejores vinos modernos. Sorprende que haya tardado tanto en despegar.

Toro es uno de los nombres señeros del vino castellano. Sin embargo, es una de las denominaciones de origen de implantación más reciente de la región (en mayo de 1987) y durante uno tiempo no muy lejano vivió un momento crítico de retroceso de la actividad vinícola que parecía poner en duda su propia pervivencia como comarca productora, confiada a apenas media docena de bodegas embotelladoras (en algún momento incluso menos) y al mantenimiento de las viejas viñas, en muchos casos poco menos que únicamente por estar plantadas en zonas poco aptas para otros cultivos.

En los últimos tiempos la tendencia se ha invertido y la D.O. Toro vive la mejor etapa de su historia, un periodo de prosperidad nunca visto en la comarca. Tal vez no sea el momento en el que se cultiva mayor cantidad de viñedo, ni siquiera quizá en el que se produce mayor volumen de vino. Sin embargo, es el momento en el que más se embotella, sin duda alguna en el que se produce el vino de mejor calidad y en el que se están recibiendo nuevas inversiones en mayor número e importancia creciente.

Inversores bodegueros
Unos de los aspectos más positivos de ese panorama favorable es que, al contrario de lo ocurrido en otras zonas, el movimiento inversor lo están desarrollando en Toro gentes del vino procedentes de otras zonas, tanto de Castilla como de otras procedencias. Eso habla de que no se trata de movimientos especulativos, sino de empresarios que han llegado a Toro para quedarse.

El pistoletazo de salida lo dio Vega Sicilia, aunque la mítica bodega ribereña aún no ha sacado al mercado sus primeros vinos; junto a ella llegó Mariano García, que era enólogo de esa firma y dirigía a distancia Bodegas Mauro; creó Bodegas Maurodós, una de las pioneras de la nueva etapa. Antes ya había llegado Antonio Sanz, propietario de Bodegas de Crianza de Castilla La Vieja (Rueda), que fundó en Toro Bodegas Toresanas, y otros muchos que se lo pensaban acabaron por decidirse.

Un grupo nada desdeñable llegaría desde Rioja: Vega de Toro y su pujante Numanthia son de la familia Eguren, propietarios de Bodegas Sierra Cantabria y Señorío de San Vicente; Torreduero es propiedad de Bodegas Riojanas, y Sobreño es de capital riojano traído por el veterano enólogo de origen zamorano Manuel Ruiz Hernández, director de la Estación Enológica de Haro (La Rioja). También habría que contar con Marqués de Riscal, que elabora vino en Toro, lo envejece en Rueda y lo vende como vino de mesa en la exportación. Sinolvidar a Telmo Rodríguez, miembro de la familia propietaria de Granja Nuestra Señora de Remelluri, que tiene aquí uno de sus múltiples tentáculos vinícolas, el exitoso Pago La Jara.

De la Ribera del Duero llegó la familia García Viadero, propietaria de Bodegas Valduero, y de Rueda Victoria Pariente y Victoria Benavides, “las vickys”, propietarias de Dos Victorias, que en Toro han fundado Bodegas Elías Mora y no dejan de comprar tierra y plantar viñas. También de Reuda, en este caso de la Estación Enológica de Castilla y León, donde es uno de los técnicos, procede José Antonio Fernánez, “Chencho”, que forma parte del grupo de accionistas de Bodega Rejadorada y es responsable de la elaboración.

También se instalaron aquí las dos ramas de los Lurton, que llevan varios años elaborando vinos en diferentes zonas castellanas. No obstante, una de ellas, Didier Lurton (Belondrade y Lurton, en Rueda) vendió su bodega a un grupo de empresarios entre los que se encuentra el futbolista Eusebio Sacristán (Atlético de Madrid, Fútbol Club Barcelona y ahora Real Valladolid). Los otros Lurton, Jacques y François se han consolidado con El Albar Excelencia, uno de los mejores vinos de Toro actuales.

Entre los nuevos bodegueros relacionados con el mundo del vino hay que contar con José María Ruiz Mateos y su Nueva Rumasa, propietaria de Bodegas Marqués de Olivara, que ocupa el solar (la bodega se remozó de forma tan completa que es como si fuera nueva) de la vieja Bodegas Luis Mateos, una de las veteranas de Toro cerrada en los años ochenta. Aquí tiene también cliente importante, Estancia Piedra, el enólogo volante Ignacio de Miguel, autor, entre otros muchos, de los vinos Dehesa del Carrizal y Finca Villagarcia (valle del Bullaque, en los Montes de Toledo).

Una crisis profunda
El reclamo para tan prestigiosos inversores no es otro que las magníficas condiciones que ofrece la comarca de Toro. La gente del vino sabía de esas cualidades porque acudían a la comarca zamorana a comprar graneles para sus líneas de vino de mesa y algunos incluso los elaboraban aquí, como el madrileño Francisco Casas, con bodegas en Vinos de Madrid y en Toro, o como Hijos de Frutos Villar, una de las potencias comerciales de Castilla y León, que comenzó en Toro hace un siglo pero luego trasladó su centro de operaciones a Cigales.

Mientras el mercado rechazaba los vinos de Toro por ser alcohólicos y bastos, el mercado de los graneles los recibía con agrado precisamente por lo mismo: servían para reforzar a otros más delgados y débiles en las mezclas para vino de mesa. La crisis de los graneles arrastró en gran manera a los vinos de Toro, que pasaron años malos en el paso de los ochenta a los noventa, sin que la concesión de la denominación de origen supusiera un relanzamiento. Cerraron dos de las siete bodegas que embotellaban vino en la zona y quedaron sólo las dos cooperativas, Bodegas Fariña (propiedad del principal impulsor de la denominación de origen. Manuel Fariña, el héroe de los momentos más difíciles; no se lo agradecerán jamás), Frutos Villar y una incipiente Vega Saúco, fundada por Wenceslao Gil, uno de los nombres importantes de la enología en Castilla y León, que empezaba a elaborar sus propios vinos en una de las viejas cuevas de las afueras de Morales de Toro.

Además, por esas fechas se sumó la política de arranque de viñedo, que encontraría en Toro el terreno abonado. Aquí se pagaba muy poco por la uva y menos aún por el vino, cuyos magros pagos llegaban al agricultor tarde y mal. El cultivo de la vid no resultaba rentable y muchos se dedicaron a otras actividades, incluso emigrando fuera de la comarca.

Las viejas viñas quedaron en manos de viticultores muy veteranos, que las trabajaban con dificultad y las mantenían principalmente por tradición y porque en la mayor parte de los pagos vitícolas se dan mal otros cultivos. Para ellos las primas de arranque de viñedo constituyeron una tentación muy fuerte y a partir de 1989, dos años después de la calificación de la zona como denominación de origen, el viñedo comenzó a retroceder, pasando de más de 3.000 hectáreas a las 2.553 de 1996.

Unas condiciones excelentes
Mientras tanto, los elaboradores supervivientes seguían luchando contra la naturaleza, que les proporcionaba vinos de unas características que no encajaban con lo que supuestamente pedía el mercado, aunque ya se viera venir el cambio: triunfaban los vinos encastados de Ribera del Duero, comenzaban a cuajar los nuevos prioratos y los nuevos jumillas y hasta Rioja, un gigante con unas inercias comerciales muy fuertes, se ponía las pilas con vinos de un estilo nuevo, con más color, estructura y potencia.

Esas zonas y algunas otras buscaban un perfil de vinos que Toro da de forma natural. Cuenta con unas condiciones inmejorables: el duro clima continental, con extremos tórridos en verano (se superan bastantes días los 40 grados, con una caída espectacular por las noches) e invierno (no son raros los 10 bajo cero) y la sequía (menos de 300 litros al año) se suman a unos suelos sumamente pobres en nutrientes, formados por materiales sueltos y arenas que, al menos, tuvieron la ventaja de impedir que aquí afectara la filoxera (el insecto no avanza en terrenos arenosos).

Si se añade la imposibilidad de regar, física por la ausencia de agua y legal por ser probablemente la única denominación de origen española cuyo Consejo Regulador ha declarado la guerra frontal al riego de la viña, el resultado son vinos concentrados, de intenso color, bien dotados de complejos aromas, estructurados, poderosos y generosos en alcohol. Justamente las características que mejor valora la modernidad enológica y que algunos elaboradores toresanos combatían (sobre todo en lo que toca a alcohol: es
España hubo alergia durante años al dígito 13 o al 14 en el grado alcohólico) a base de adelantar vendimias, con riesgo claro de caer en verdores, olores vegetales y taninos duros.

No hay que olvidar la calidad de la uva dominante, la variedad Tinta de Toro, estrechamente emparentada con Tempranillo, que ofrecía probadas muestras de su calidad para vinos de crianza. Se dice que Tinta de Toro es Tempranillo, pero a los toresanos le gusta decir y que les digan que es más bien al contrario: tras el paso de la filoxera, los viticultores de Ribera del Duero y de otras zonas necesitaron sarmientos de vides sanas para reconstruir sus viñedos; uno de los lugares donde más abundaban era la comarca de Toro y allí se abastecieron muchos. Así, se podría decir con propiedad que en buena medida la Tempranillo es Tinta de Toro y no la revés. En todo caso, la más prestigiosa variedad española ofrece rasgos muy personales en las duras pero magníficas cualidades de la zona para producir vinos de gran calidad.

La fiebre del toro
Los recién llegados veían ese potencial de calidad y se lanzaron a explotarlo. Se dieron circunstancias favorables: se iniciaba una nueva buena etapa para el consumo del vino, tal vez los años en los que ha gozado de mayor prestigio como bebida social y hasta saludable, se vivían momentos de expansión y otras zonas prestigiosas cercanas, especialmente Ribera del Duero, parecían saturadas con la llegada de más de un centenar de nuevas bodegas y una subida espectacular en el precio de la tierra, tenga vocación vitícola o no la tenga.

La D.O. Toro se postuló como una alternativa atractiva en ese momento favorable y se vio favorecida por la llegada de nombres de prestigio, que llamaron la atención sobre ese tesoro escondido. Se ha producido una especie de fiebre del oro, en este caso las pepitas son las uvas de las viejas viñas, muchas de ellas plantadas a pie franco, es decir, sin injertar en raíces americanas, algunas centenarias e incuso prefiloxéricas. A cambio, han traído aires, nuevos, técnicas de elaboración vanguardistas para obtener lo mejor de esas viñas. Pero, sobre todo, han insuflado en los que ya estaban la confianza en las enormes virtudes naturales de la D.O. Toro para producir vinos de primera línea.

Los mejores tintos de Toro

Termanthia ‘00
Vega de Toro.
Calificación: 19,5/20.
Concentrado, potente, complejo, elegante, vigoroso, sólido y con gran armonía. Le faltan unos meses en la botella pero es extraordinario. Aromas de fruta bien madura, notas minerales, balsámicas, especiadas. Gran estructura en la boca, taninos sólidos pero nada agresivos, equilibrado, sabroso, muy expresivo.

Estancia Piedra Paredinas ‘99
Estancia Piedra.
Calificación: 19/20.
Potencia y elegancia bien combinadas, en una línea muy actual de vino goloso y consistente. Aromas de fruta muy bien madura, tonos lácteos (mantequilla tostada), especiados, de tinta y balsámicos. Lleno en la boca, con vigor y notable equilibrio, taninos de buena calidad, sabroso, amplio y persistente.

Nurmanthia ‘99
Vega de Toro.
Calificación: 19/20.
Gran entidad, engarzado en la nariz, poderoso en la boca, con vida por delante. Concentrados aromas de frutas rojas bien maduras bien enmarcados por notas de maderas finas, especias, minerales…; recuerdos de compotas, pimienta negra y tinta, fondo de brea. Corpóreo y sólido en la boca, equilibrado, potente.

El Albar Excelencia ‘99
Bodega J&F Lurton.
Calificación: 18,5/20.
Gran personalidad, con un marcado carácter mineral en la nariz y algo tieso en el paso de boca. Recuerdos de brea y pedernal bien engarzados con notas de frutas rojas bien maduras (compotas) y toques especiados. Taninos todavía sin pulir que dan un paso de boca ligeramente duro pero equilibrado y amplio.

Finca Sobreño Selección Especial ‘99
Sobreño.
Calificación: 18,5/20.
Muy sugestivo y redondo, rico en matices y con bien medida potencia. Aroma complejo de crianza, con notas especiadas y de maderas finas sobre un fondo neto de fruta bien madura, toques minerales (grafito) y tostados. Bien armado en cuerpo medio, aterciopelado, sabroso, amplio en aromas, persistente.

Viña San Román ‘00
Bodegas y Viñedos Maudodós.
Calificación: 18,5/20.
Elegancia y carácter aún con cierta falta de maduración en la botella. Aromas muy finos de frutas rojas bien maduras con notas de madera de gran calidad (cedro) y toques de piñones y café sobre fondo mineral. Gran equilibrio en la boca, con cuerpo y consistencia, tacto aterciopelado (a contrapelo), amplio.

Estancia Piedra Selección ‘00
Esyancia Piedra.
Calificación: 18/20.
Sugestivo y con energía, elegante, con mucho nervio. En aromas destaca algo una madera de calidad aún no del todo engarzada con el fino carácter de fruta madura (guindas, confituras) y las notas minerales (brea) y lácteas. Vigor en cuerpo medio, muy bien equilibrado en la boca, sabroso y expresivo.

Pago La Jara ‘00
Compañía de Vinos Telmo Rodríguez.
Calificación: 18/20.
Falto de botella pero con magnífico perfil. En la nariz se hace notar una madera de calidad pero hay complejidad y un fino carácter de fruta bien madura; toques de vainilla, ahumados, tostados y minerales sobre fondos de compotas de frutas rojas. Bien estructurado en la boca, con cuerpo y vinos taninos, amplio.

Rejadorada ‘00
Crianza. Bodegas Rejadorada.
Calificación: 18/20.
Muy buena presencia en la boca; da sensación de vino amable y goloso sin ser blando. Sugestivos aromas de fruta madura con notas finas de betún y tinta, toques balsámicos y de madera de buena calidad y bien conjuntada. Consistente, estructurado, vigoroso y al mismo tiempo redondo y aterciopelado.

Vega Saúco Adoremus ‘98
Reserva. Bodegas Vega Saúco.
Calificación: 18/20.
Combina el carácter tradicional con la finura de las nuevas elaboraciones de la zona. Franco, complejo y muy fino en la nariz, con notas de buena crianza sobre un elegante recuerdo de frutas en aguardiente. Con mucho cuerpo y sólido en la boca, carnoso, aterciopelado, gran equilibrio y muy amplio.

Amant ‘00
Bodegas Toresanas.
Calificación: 17,5/20.
Un media crianza con entidad, bien desarrollado sin perder frescura frutal. Recuerdos de compotas de frutas rojas con notas especiadas, toques de madera muy bien integrados y un elegante fondito floral. Bien equilibrado en cuerpo medio, con paso amable, sabroso y con sensación de frescura.

Gran Elías Mora ‘00
Viñas Dos Victorias.
Calificación: 17,5/20.
Vigoroso y enérgico, algo falto de botella pero con muy buen estilo. Una puntita de madera por integrar es la única nota discordante en un conjunto de aromas frutales (madurez) y minerales muy sugestivo y potente. Estructurado y potente en la boca, con taninos de calidad bastante redondos, sabrosos y expresivo.

Estancia Piedra Roble ‘01
Estancia Piedra.
Calificación: 17/20.
Media crianza muy bien definido, sugestivo y con garra. En la nariz predomina un carácter frutal de madurez bien ensamblado con apuntes discretos de crianza en barrica y un fondo mineral; grato recuerdo de zarzamora. Bien constituido en la boca, cuerpo medio, equilibrado, con nervio, sabroso.

Vega Saúco Pago Santa Olalla ‘99
Crianza. Bodegas Vega Saúco .
Calificación: 17/20.
Ensaya la línea menos corpórea, apostando por la elegancia en aromas y el paso de boca amable. Aromas frutales y de crianza bien ensamblados, notas especiadas y minerales, toque de café. Buen equilibrio en cuerpo medio, taninos firmes pero sin puntas, buena acidez, aterciopelado, amplio, largo.

Liberalia Tres ‘01
Liberalia Enológica.
Calificación: 16,5/20.
Amable y con carácter, un media crianza civilizado pero no tan domado como para perder la casta de la zona. Aromas frutales y notas discretas de crianza en un conjunto más bien sencillo pero franco y sugestivo, con un fondo mineral. Cuerpo medio, equilibrado, con fuerza, taninos de calidad, algo justo de acidez.

Finca Sobreño ‘00
Sobreño.
Calificación: 16/20.
Con mucho carácter, resulta ligeramente duro en el paso de boca. Aromas de madurez del frutos, con recuerdos de picotas y toque de madera de calidad, notas de pimienta y café, fondo de brea. Bien armado en la boca, tiene cuerpo y cierta textura grasa, taninos algo duros con toque amargo vegetal de salida.

Orot ‘98
Reserva. Bodegas Toresanas.
Calificación: 16/20.
Desarrollado, maduro, bien trabajado por la crianza. Aroma dominante de fruta bien madura (compotas de frutas rojas) con abundantes notas especiadas de crianza, tonos tostados y toque de betún de fondo. Buen paso de boca, con cuerpo y redondo, algo justo de acidez, taninos domados, sabroso, amplio.

Vega Saúco ‘97
Reserva. Bodegas Vega Saúco.
Calificación: 16/20.
Desarrollado pero con sensación de frescura; ligero tono de reducción que pide cierta oxigenación para liberar aromas especiados y minerales sobre un fondo frutal (madurez). Muy vivo en la boca, estructurado y potente, sabroso, ligeramente tánico, tacto aterciopelado, amplitud de aromas, largo.

Vega Saúco ‘99
Crianza. Bodegas Vega Saúco.
Calificación: 16/20.
Algo cerrado en la nariz (necesita jarreo y oxigenación enérgica), con muy buen paso de boca. Aromas finos de frutas rojas maduras, crianza moderada, tostados (café). Bien armado en la boca, con cuerpo y bien equilibrado, carnoso, firme esqueleto tánico, sabroso, expresivo en aromas, largo.

Peñamonte ‘00
Crianza. Bodegas Torreduero.
Calificación: 15,5/20.
Agradable, con buen paso de boca, franco y civilizado. Aroma fino de fruta bien madura que da sensación de frescura; notas de crianza bien conjuntadas y un grato recuerdo de monte bajo. Equilibrado en cuerpo medio-alto, bien armado por taninos amables, acidez bien integrada, franco en aromas de boca.

Gran Colegiata ‘99
Crianza. Bodegas Fariña.
Calificación: 15/20.
En la línea de los tintos de Toro más civilizados, casi un tanto ligth. Aromas de notable finura, aunque no muy potentes; neto componente frutal con notas de crianza bien engarzadas y un recuerdo de hierbas aromáticas. Buen paso de boca, cuerpo medio, equilibrado, bien de sabores, alguna punta tánica.

Valviadero Roble ‘01
Bodegas Valduero.
Calificación: 15/20.
Muy sugestivo, de amplio espectro pero atractivo, con sustrato. En la nariz se deja ver la madera (canela, vainilla, cedro) pero sin imponerse a unos aromas frutales que dan sensación de frescura; sencillo pero franco y agradable. Buena estructura y equilibrio en la boca, sabroso, puntas tánicas, muy persistente.

Fecha publicación:Abril de 2003
Medio: Vinos y Restaurantes