Con más de medio millón de hectáreas dedicadas al cultivo de la vid, Castilla-La Mancha es el mayor viñedo del mundo. Un viñedo que, al amparo de las posibilidades que ofrece la Organización Común del Mercado del Vino, la célebre OCM, afronta una fase de modernización que va a llevar al gigante manchego a dimensiones de auténtico coloso. Se van a hacer realidad los antiguos temores de los visitantes internacionales, que calculaban con cara de susto la producción que podrían alcanzar los enormes viñedos de secano manchegos si se aplicaran sistemas de riego similares a los que existían en todas las partes del mundo.

El riego está aquí y también las inversiones de muchos grupos vinícolas (por el momento, sólo nacionales) que adquieren grandes extensiones de tierra en diferentes puntos de Castilla-La Mancha para plantar viñedo o para modernizar el ya existente. Esa reconversión consiste, básicamente, en sustituir los viejos viñedos de Airén cultivada en secano y en plantas bajas por modernos viñedos en espaldera con riego y con variedades tintas: Cencibel, Cabernet Sauvignon, Merlot y Syrah, entre otras.

En una reciente intervención con motivo de la presentación en Madrid de los vinos de la D.O. Manchuela, el consejero de Agricultura de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, Alejandro Alonso, anunció que tienen previsto reconvertir un total de 100.000 hectáreas de viñedo, de las que ya están en marcha proyectos que suponen 40.000 hectáreas. “Eso nos va a permitir –afirmó Alejandro Alonso– ser no sólo el viñedo más grande del mundo, sino también el viñedo más competitivo del mundo”.

En sus palabras está la clave de los nuevos caminos del vino manchego, que no difieren demasiado de los clásicos: grandes producciones de vinos muy competitivos en eso de la relación calidad-precio, es decir, vinos que lucharán en los segmentos más populares de precio. Hay algunas diferencias que pueden resultar claves: se impulsa la producción de vino tinto y se espera que su destino sea el consumo y no, como antaño, la destilación. Y se percibe un interés por la calidad que antes no era frecuente, lo que permite pensar que pueden salir nuevos vinos no sólo medianos sino también de alta gama por el simple procedimiento de seleccionar en la abundancia, eligiendo pagos vitícolas o producciones de vinos especiales sostenidas por esa otra producción masiva.

Es una buena noticia en cuanto que Castilla-La Mancha se perfila como un serio competidor de los vinos del Nuevo Mundo, donde se están plantando en las mismas condiciones de productividad decenas de miles de hectáreas. Pero falta el paso clave, que ha sido el talón de Aquiles histórico de La Mancha y otras muchas zonas productoras españolas: la comercialización.

Da vértigo pensar que esas altas producciones no encuentren soluciones imaginativas de comercialización en una etapa en la que parece que se enfriaron algo las alegrías de años anteriores. Es urgente trabajar en ese sentido si no se quiere resucitar el monstruo de los excedentes vinícolas. El Gobierno autonómico de Castilla-La Mancha ha dado muestras de eficacia a la hora de crear instrumentos útiles, desde la figura de los Vinos de Mesa de Castilla en la zona básica hasta la elite de los vinos de pago, que en Castilla-La Mancha cuentan desde hace pocos meses con la posibilidad de acceder a una denominación de origen diseñada a su medida. Es el turno de que las bodegas echen a andar.

Fecha publicación:Abril de 2001
Medio: El Trasnocho del Proensa