Madrid, 28 de enero de 2011.- RP.- Ayer cerró sus puertas la primera edición de Enofusión, llamada por la organización “La isla del vino de Madrid Fusión”, tras tres jornadas en donde las diferentes caras del vino, desde las más románticas y emocionantes a las más duras, se pusieron sobre la mesa en conferencias y catas.

La directora de Enofusión, Otilia Romero, se muestra satisfecha con el resultado y asegura que habrá una segunda edición el año que viene: “Enofusión es un complemento importante para Madrid Fusión, que es la cita mundial de la gastronomía, pero donde faltaban actividades
relacionadas con el vino”. Aun así, dentro de la Cumbre Gastronómica se han celebrado, paralelamente, catas y actividades con el vino como protagonista, como el Trofeo de Sumilleres Custodio López Zamarra y catas temáticas, entre ellas una de vinos navarros y otra con vinos de la Ribera del Duero.

Los círculos del vino, la parte “dura” del sector

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De izq a dcha, José Luis Murcia, Félix Solís y Andrés Proensa. Foto: Manuel del Moral

Dentro del programa de Enofusión se han celebrado conferencias centradas en los retos económicos y de comercialización del vino, que han contado con la concurrencia de voces expertas en diferentes materias, desde la elaboración a la venta pasando por la dirección de organismos aglutinadores tanto de empresas vitivinícolas como de consejos reguladores.

También, inaugurando las ponencias, la sumiller Meritxell Falgueras expuso su visión sobre la metáfora en la nariz del vino.

Félix Solís: “en este país hay menos vegas sicilias de lo que parece”

La dicotomía entre la integración o atomización empresarial en el mundo del vino y la idealidad de un modelo u otro fue un asunto que discutieron el presidente de la Federación Española del Vino, el bodeguero Félix Solís, junto a los periodistas José Luis Murcia y el director
de PlanetAVino y Guía Proensa, Andrés Proensa. Mientras Murcia exponía en cifras el modelo empresarial vigente en diferentes países productores y aclaraba quiénes son los diez grandes grupos vinícolas españoles, aglutinadores de los tres cuartos de la producción vinícola de
nuestro país, Félix Solís defendía un modelo empresarial como el de su bodega, familiar y tradicional, puesto que las decisiones estratégicas se toman más rápidamente gracias a la relación entre sus miembros. Criticó la entrada en el sector de empresarios procedentes de otros sectores cuyos vinos muchas veces alcanzan precios altos sin que realmente tengan ese valor enológico, y comentó que “en este país hay menos vegas sicilias de lo que parece”.

Proensa afirmó que en España el enfrentamiento entre los grandes operadores y las pequeñas bodegas es un discurso “artificial” ya que la verdadera lid “está en la lucha por la calidad, entendida como ese nivel de excelencia que sobrepasa aquello de un céntimo más o menos por botella”. En cuanto a una posible unidad entre ambos modelos para promover un consumo de vino decreciente, el periodista calificó esta de “imposible”, ya que las grandes corporaciones tienen también el poder económico y si hay que hacer una inversión, preferirán invertir en sí mismos. Consideró también que la concentración en grandes grupos empresariales “hace que se pierdan matices” en los vinos, cuando hay que apostar por la singularidad. Como solución propuso que las pequeñas bodegas sean capaces de encontrar su nicho de mercado y explotarlos, no luchar al nivel de las grandes corporaciones: “caben todos, la gran pelea es encontrar cada uno su sitio e impulsar la imagen del vino como producto general”.

Globalización, singularidad… o ambas

En la imagen, Rafael del Rey, Cristina Alcalá, José Luis Murcia, Isabel
Mijares y José Peñín. Foto: Manuel del Moral

Una nueva dicotomía presidió la charla titulada “Vinos globales o autóctonos y 
las posibilidades de una UE reglamentada o liberalizada”, en la que participaron el director del Observatorio Español del Mercado del Vino, Rafael del Rey, la enóloga Isabel Mijares, el crítico vinícola José Peñín y la directora editorial de Opus Wine, Cristina Alcalá.

Del Rey defendió la libertad y la convivencia de variedades autóctonas e importadas del mismo modo que vinos sencillos y de alto nivel no deben contradecirse. Abogó también por la libertad de los productores para acogerse o no a las normas de una denominación de origen, aunque
comentó el exceso de reglamentación y la gran cantidad de indicaciones que existen en los países productores del Viejo Mundo. Mijares lo apoyó criticando la excesiva reglamentación y defendió la libertad de elaboraciones tanto con uvas autóctonas como extranjeras. En un país que produce 40 millones de hectolitros al año no se puede presentar el vino como un producto para la elite, comentó. José Peñín alabó la calidad de los vinos españoles, tanto los grandes vinos como aquellos más asequibles para el gran público y reconoció que gracias a esta mejora en la calidad, las normas que encorsetan la producción vitivinícola están obsoletas. Cristina Alcalá, en la línea de opinión que el día anterior expresó Andrés Proensa, defendió que los vinos locales y singulares pueden tener éxito en el mercado mundial gracias a esa especificidad.

Recuperemos el consumo de vino, ¿pero cómo?

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Víctor de la Serna, Fernando Prieto, José Luis Murcia, Marta Madrego y Juan
Antonio Bilbao. Foto: Manuel del Moral

El último día la conferencia del círculo del vino en Enofusión se presentó con diversidad de opiniones y una llamada común para recuperar el consumo de vino. Los participantes eran el presidente de la DO Valdepeñas, Fernando Prieto, también presidente de la Conferencia Española de Consejos Reguladores Vitivinícolas (CECRV), el creativo Juan Antonio Bilbao, la responsable de compra de vinos de Makro, Marta Modrego y el periodista y bodeguero Víctor de la Serna. Este último, que confesó contentarse “con detener la caída”, dibujó un país donde no se sabe apenas de vino y donde éste no interesa. Argumentó que en los 60 se bebía vino como parte de la dieta, casi por obligación, y que las generaciones de entonces “salieron del consumo de vino para no volver nunca más”. A esta falta de interés, según el periodista, se suman las normativas de Sanidad y el carné por puntos y esa idea de “tolerancia cero” con el alcohol al volante. Para él la solución pasa por aprovechar a una generación, la que ahora cuenta entre 25 y 35 años, que no tiene carga sentimental contra el vino, para recuperar su consumo, aunque reconoció que esto tendrá que pasar por un gran cambio en las administraciones.

Más belicoso estuvo Juan Antonio Bilbao sentenciando que “no hay que tratar al vino con tanta gilipollez”. Su propuesta para ganar consumidores implica tratar al vino como un producto de consumo de masas, por alejar esnobismos y “dejar que la gente beba, se emborrache, que viva y deje vivir”, una declaración que provocó que De la Serna se echara las manos a la cabeza escandalizado.

En lo que sí coincidieron los ponentes es en la idea de simplificar para dar un mensaje más simple. Fernando Prieto abogó por dar a los jóvenes una bebida más sencilla, mientras que Marta Modrego defendió la formación que se lleva a cabo por los sumilleres de Makro con los hosteleros, para que aprendan a tratar el vino correctamente y puedan dar un producto adecuado a muy buen precio. De la Serna está convencido de que hay que hacer vinos fáciles de beber y no “sopas de roble”, que se empiece por una copa y den ganas de otra. Bilbao, más heterodoxo, se preguntó cómo el sector se atreve a decir al consumidor cómo tiene que tomar un vino y defendió bebidas como el calimocho o el tinto de verano para recuperar el consumo entre los jóvenes, romper viejos esquemas y empezar con un nuevo mensaje.

Catas con estrella

En la imagen, Adriana y Javier Ochoa, Xandra
y Carlos Falcó, Violeta y Felipe Gutiérrez de la Vega y Mariano y Eduardo García.

Las catas de Enofusión fueron la parte más exitosa del programa, que congregó en sus líneas a nombres consagrados como los enólogos Álvaro Palacios, Ignacio de Miguel, Peter Sisseck, Miguel Ángel de Gregorio, Javier Ochoa, Carlos Falcó, Felipe Gutiérrez de la Vega o Mariano García, y a jóvenes promesas de la enología y de la sumillería como Maite Sánchez, Jorge Navascués o la última Nariz de Oro, Andrea Alonso.

Los vinos elaborados por dúos que componen padre e hijo fueron los protagonistas de la primera cata de Enofusión. Cuatro parejas formadas por Mariano y Eduardo García, Javier y Adriana Ochoa, Carlos y Xandra Falcó y Felipe y Violeta Gutiérrez de la Vega hablaron del trabajo en familia y de los perfiles de los vinos que habían elaborado cada uno. 

Adriana Ochoa y su padre, Javier.

Eduardo se confesó discípulo de su padre y muy involucrado con el proyecto familiar de Toro, en el que ha participado desde el principio, mientras que Adriana confesó su admiración por su padre y comentó que se complementan muy bien, ella trabajando en la bodega y Javier más ocupado con las viñas. Xandra también se mostró satisfecha de trabajar y discutir en ocasiones con el Marqués de Griñón y dijo que no se arrepentía de haber decidido incorporarse al vino de su mano, después de haber sido educada desde pequeña bebiéndolo en las comidas. Violeta mostró con un vino de su bodega cómo ha seguido la estela de los vinos creados por su padre pero aportando un toque de modernidad que considera propio, y al tiempo conserve la personalidad que les dio Felipe Gutiérrez de la Vega cuando comenzó a elaborarlos.

Los enólogos Álvaro Palacios vs Peter Sisseck y Miguel Ángel de Gregorio vs Ignacio de Miguel

Con un lleno hasta la bandera (y más, ya que hubo varias decenas de personas de pie observando) comenzó la cata con más éxito de Enofusión, la que pretendió enfrentar, de dos en dos, a los enólogos Álvaro Palacios (autor del aclamado L’Ermita) y Peter Sisseck (creador del mítico Pingus) y Miguel Ángel de Gregorio (Aurus) e Ignacio de Miguel (asesor de varias bodegas de renombre como Martúe, Pago de Larrainzar o Dehesa del Carrizal). Los cuatro trajeron a la cata grandes vinos entre los que elaboran: Palacios apareció con su blanco riojano Plácet, que encontró un hueco al caerse del cartel uno de los vinos de Sisseck; le siguieron su aclamadísimo Priorat L’Ermita y el tinto del Bierzo La Faraona, descrito por él mismo como “media hectárea de gloria bendita”. Sisseck confesó que la añada de Pingus que se sirvió en la cata, la de 2006 es la que más se aproxima a su ideal de Ribera, y apostilló que no siempre una viña vieja significa calidad, pero sí es indicativa, por su supervivencia de tantos años, de que el terreno donde está plantada es el adecuado.

Los dos únicos Master of Wine españoles, Pedro Ballesteros (izquierda) y Pancho Campo

Más enfrentados, aunque teatralizando su puesta en escena, estuvieron De Miguel y De Gregorio, el primero abogando por las variedades internacionales, con las que elabora muchos de sus vinos (entre ellos los de la cata, Martúe y Mazacruz), y el segundo defendiendo los terrenos históricos como los que él posee en Finca Allende, en La Rioja. Irónicamente se refirió a que, si bien a veces uno quiere bailar rock and roll o escuchar zarzuela, siempre terminará por aclamar grandes obras de música clásica, como las de Mozart o Beethoven (nada menos), haciendo una metáfora sobre las distintas filosofías de elaboración que tienen él y su “contrincante” De Miguel. Este reflexionó sobre su generación, la del cambio en la enología, la descubridora de Riberas, Riojas y Prioratos, pero también la que está en activo en el momento en el que el consumo es el más bajo de la historia. Defendió unos vinos “con los que la gente se divierta”, sencillos y que hagan disfrutar.

Jay Miller (izq.) pasó por Enofusión durante su recorrido por España.

Los únicos Master of Wine españoles, Pancho Campo y Pedro Ballesteros, torearon juntos en la plaza de las variedades españolas para conquistar los mercados internacionales. En un mano a mano donde Campo introducía y Ballesteros cataba, y donde el crítico estadounidense del Wine Advocate Jay Miller, responsable de los puntos Parker de los vinos españoles, estaba sentado como espectador, fueron desfilando ejemplares de diferentes variedades, consideradas por Campo como las más adecuadas para los gustos en los mercados de China, Asia, Hong Kong, Estados Unidos Latinoamérica, Escandinavia y Alemania: tempranillo, garnacha, monastrell, godello, albariño, verdejo o xarel·lo son algunas de ellas.

Además de la variedad, Campo explicó que el precio, por debajo de los 20 o 30 dólares en tienda, dependiendo de si son vinos blancos o tintos, es clave para entrar en estos mercados. Sin embargo, y con la intención de atraer al público a la cata, los vinos que presentaron los dos MW sobrepasaban en varias decenas de euros esta cantidad. Además, conformaron la cata vinos muy apreciados en España pero desconocidos fuera, como un amontillado de Jerez y un Fondillón alicantino. En homenaje a Miller, Campo destapó a los asistentes el último de los “100 Parker”, el tinto riojano Remírez de Ganuza Gran Reserva 2004, aún inédito en el mercado.

Catas regionales para profundizar

Los vinos de Madrid, las garnachas navarras y algunos exponentes riojanos se cataron en Enofusión de manos de los responsables de los consejos reguladores vitivinícolas, aunque en el caso de los vinos con DOCa. Rioja la degustación estuvo acompañada de música Gospel y un maridaje con chocolate. Mario Barrera dirigió la cata madrileña en un año en el que la DO cumple dos décadas, mostrando algunas de las revelaciones vinícolas más recientes y vinos ya consagrados. La garnacha, una variedad hasta hace poco infravalorada, recuperó su brillo en la cata que dirigió la presidenta del Consejo Regulador de la DO Navarra, Pilar García Granero.

Tío Pepe y Mas La Plana, al descubierto

Antonio Flores y José Argudo, de Bodegas Tío Pepe.

El enólogo de González Byass, Antonio Flores, tenía la intención de “traer Jerez a Enofusión” y mostró con maestría la complejidad de los vinos jerezanos mediante una cata “en v”, donde se parte de un vino joven, que en la región tiene el nombre de mosto, y se va siguiendo su trayectoria hasta que se va convirtiendo en fino, amontillado, palo cortado u otra de las variedades de vinos de Jerez. Flores presentó el mosto como un vino con potencial incluso para beberse tal cual, por lo que explicó que la bodega ha decidido embotellar así parte de la cosecha 2010. También comentó el próximo lanzamiento de un Tío Pepe en rama, sin filtrar, tal y como sale de la bota, para conmemorar los 75 años del icono que ha hecho a esta marca un mito, sobreviviendo incluso como una reliquia en la Puerta del Sol en forma de luminoso.

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Tío Pepe en rama, palos cortados y amontillados protagonizaron la cata en “v”.

Flores desgranó la esencia del Jerez en sus variedades de fino, amontillado y palo cortado, y mostró a la audiencia dos de las novedades que también saldrán este año al mercado, el palo cortado Leonor y el palo cortado con añada de 1982, uno de los raros “vintage sherry” del que solo estarán disponibles 675 botellas.

Los colores de estos vinos van del amarillo pálido hasta el ambarino.

El grupo bodeguero Torres mostró en Enofusión la evolución de una de sus marcas más emblemáticas, Mas la Plana, mediante una cata vertical de las añadas 1971, 1981, 1991, 2001, 2004 y 2007, dirigida por el director técnico de la bodega, Josep Sabarich. Fue un recorrido por la historia de este vino de finca que nació con la intención de hacer frente a los vinos bordeleses con sus mismas armas, elaborado con Cabernet Sauvignon y considerado uno de los mejores vinos del mundo de esta variedad. Algunas de las muestras que se cataron procedían de la reserva familiar de Torres, y aunque para Sabarich su favorito era el excelente 2001, los dos vinos más viejos conservaban una vida sorprendente, mientras que la aún inédita cosecha de 2007 prometía convertirse, como sus hermanos, en un gran vino.

Dos conceptos, dos futuros

El último día de Enofusión se celebraron dos catas con objetivos diferentes, protagonizadas por las nuevas generaciones de la sumillería, por un lado, y la enología, por otro. La Nariz de Oro 2010 Andrea Alonso, sumiller de la cadena de cash&carry Makro, defendió con su cata “Grandes vinos por menos de diez euros” la oportunidad de tomar vino para quienes no tienen grandes posibilidades económicas y la filosofía de los vinos de Makro, proveer a restaurantes de nivel medio y bajo con unos vinos muy asequibles que no renuncian a la calidad. Para lograrlo, el equipo de sumilleres y de compra de vinos realiza catas semanales que supervisa el afamado sumiller de Zalacaín Custodio López Zamarra. Durante la cata se probaron vinos desde 90 céntimos la botella (pvp) hasta los 4,45 euros. Por otro lado, el de hacer vinos que perduren en la memoria y en el tiempo, van las jóvenes promesas de la enología, encarnadas en la última cata de Enofusión en Maite Sánchez, hija del crítico vitivinícola Bartolomé Sánchez y enóloga de Arrayán (DO Méntrida), Eduardo Eguren, hijo de Marcos Eguren y enólogo en Teso La Monja, la bodega que la familia tiene en la DO Toro; Jorge Navascués, enólogo de Viñedos Mancuso e hijo de Jesús Navascués, uno de los inventores de los nuevos vinos aragoneses; y José Hidalgo, hijo y nieto de enólogos (su padre José Hidalgo es el autor de vinos como Guitián o Carballo Galego y su abuelo Luis Hidalgo fue el autor de una de las biblias enológicas imprescindibles, el Tratado de Enología) y elaborador de cavas en la región de Utiel- Requena. Los cuatro contaron su formación y experiencia en bodegas españolas y extranjeras y ofrecieron sus vinos al tiempo que expresaban el carácter que habían querido imprimirles. Moderados por Andrés Proensa, fueron contestando a sus preguntas sobre su visión del vino en las zonas donde trabajan y su pasión por su trabajo, heredada en todos los casos de sus progenitores.

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El enobar, espacio de catas de Enofusión, con casi 200 vinos.

El enobar, grandes vinos para todos

El otro punto de encuentro en Enofusión ha sido el Enobar, una enorme mesa de cata donde, libremente, los asistentes pudieron catar casi dos centenares de vinos de bodegas españolas y alguna extranjera que estaba presente en Madrid Fusión como expositora. La organización se muestra “contenta” con el balance de este espacio, por donde han pasado principalmente sumilleres y prensa especializada y donde se agotaron algunas de las botellas de la muestra. Organizadas por variedades y tipos de vino, se pudieron encontrar ejemplares que iban desde menos de diez euros hasta más de 100, entre blancos, cavas, dulces y tintos con y sin crianza, una pincelada más que aceptable para este rincón de cata libre de Enofusión.