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Madrid, 9 de marzo de 2011.- RP.- Aunque el director de las bodegas Ramón Bilbao, Rodolfo
Bastida, confiesa que en origen el grupo bodeguero se especializó en tintos (hasta la compra
de su primera bodega de blanco, Mar de Frades, en la denominación de origen gallega de Rías
Baixas), con la primera añada de su vino de Rueda que se lanza esta semana ya son tres los
vinos blancos que elaboran en tres denominaciones de origen (a este dúo de blancos ha de
sumarse su Palacio de la Vega Chardonnay, de la DO Navarra).

Bastida reconoce que en los últimos años la demanda de vinos blancos españoles está
creciendo en algunos mercados más que la propia oferta que existe en esos países. Esto, unido
a un incipiente interés de la juventud por el vino y de la ya consolidada incorporación de la
mujer como consumidora, compradora y prescriptora, ha influido a la hora de sumar un vino
de Rueda al catálogo de Ramón Bilbao: “la atención de mercados como el estadounidense
hacia vinos españoles se centra más en nuestros vinos blancos”, comenta el director. Aun así,
se muestra consciente de que en el vino “hay que ir sin prisa, con coherencia y seriedad”.

El proyecto de Ramón Bilbao en Rueda lleva el nombre de Monte Blanco, como este primer
vino elaborado con uva Verdejo del que salen ya al mercado 300.000 botellas y cuyo precio
rondará en tienda los 5,50 euros. El vino se ha elaborado en su propia bodega, ya construida
y a la que solo le falta por terminar la zona social, y en el equipo de viticultura se ha contado
tanto con viticultores como con un enólogo de la zona, Eduardo de Íscar. “Queríamos implicar
a la gente de la región con este proyecto”, afirma Bastida, y comenta que las 300 hectáreas
en propiedad de Ramón Bilbao en Rueda se han conseguido mediante acuerdos con los
viticultores y que el propio De Íscar es socio de la bodega.

La botella de Monte Blanco, que sigue la línea de los vinos riojanos de Ramón Bilbao, también
incorpora lo que en su momento fue una etiqueta innovadora cuando se colocó en el vino Mar
de Frades, con una imagen que solo se hace visible cuando el vino alcanza su temperatura
óptima de consumo, entre los diez y 11 grados.