Este es el artículo que provocó mi dimisión de Vinos y Restaurantes. Se reproducen aquí las dos versiones. La primera es la que se publicó. La segunda es la versión íntegra. Aparecen en otro color los textos que fueron cortados o modificados.

–versión publicada–

La orilla izquierda del Ebro a su paso por la provincia de Álava ofrece rasgos distintivos frente a la mayor parte de la D.O.C. Rioja. Su orientación sur y sus suelos calcáreos proporcionan a los vinos de Rioja alavesa un carácter singular. Su categoría como subzona de Rioja responde a esos rasgos pero también a una trayectoria histórica un tanto separada de la de sus vecinos del otro lado del río.

Periódicamente, algunos propugnan la creación de una denominación de origen propia para los vinos alaveses. La asociación del viñedo alavés con el del resto de Rioja es algo así como un matrimonio de conveniencia, unido, según se dice, únicamente por la dificultad para encontrar en la zona vasca un nombre con la misma fuerza comercial que tiene la marca genérica Rioja. Además, habría que añadir otros condicionantes, que tal vez tengan más peso: las grandes bodegas alavesas se nutren en parte de uvas y vinos de otras zonas de la D.O.C. Rioja.

El desencuentro ha sido una constante histórica y el papel de víctima ha ido de un lado al otro del Ebro desde que a finales del siglo XIX se decidió que el ferrocarril del valle del Ebro, la línea entre Zaragoza y Bilbao, pasara por Haro y no por Laguardia. Los alaveses afirman que ese habría sido el trazado lógico pero que se cambió por las presiones del lobby riojano en Madrid, capitaneado por Práxedes Mateo Sagasta. De una forma u otra, el tren convirtió a Haro en la capital del vino riojano, hay que decir que en detrimento de Logroño más que en perjuicio de Laguardia. Muchas de la bodegas que se instalaron en el barrio de la Estación de Haro tenían capital bilbaíno y ése es otro argumento para alimentar la sensación de víctimas que se detecta en algunos medios alaveses.

Efecto frontera
Del otro lado tampoco faltan motivos de queja. La actuación de las instituciones vascas, en especial la poderosa Diputación Provincial, respaldada en una dilatada etapa por el Gobierno Vasco, dando facilidades para la instalación de industrias en su territorio, ha acentuado el “efecto frontera”. Las famosas “vacaciones fiscales” y todo tipo de ayudas, algunas de ellas puestas recientemente en entredicho por la Unión Europea (un aspecto que está abierto: se dice que habrá que devolver algunas subvenciones multimillonarias), han servido no sólo para impulsar a algunas pequeñas bodegas de cosechero alavesas, sino también como argumento para la instalación de algunas empresas en terreno alavés.

En ese ámbito hay que situar el traslado de algunas empresas, como la fábrica de cápsulas Ramondín, que estaba en Logroño se instaló en Laguardia, a las puertas de la capital riojana. También cabe ahí la construcción de “filiales”, como la de La Rioja Alta en Labastida (a escasos dos kilómetros de su sede central de Haro pero al otro lado del río), dedicada a elaboración y crianza como “área de expansión” de la veterana y varias veces ampliada bodega de Haro. O la nueva y espectacular de CVNE, de la que, por cierto, aún no se conoce su destino, situada en un cerro cercano a Laserna. O la de la familia Eguren (Señorío de San Vicente) en Páganos. La verdad es que las tentaciones han sido fuertes y casi todo el movimiento ha sido de sur a norte. La excepción: la familia alavesa Martínez Bujanda con su importante inversión de Finca Valpiedra, en Fuenmayor.

Tutela institucional
La potencia económica de la Diputación de Álava, con régimen económico especial mantenido incluso durante la dictadura del general Franco por su condición de “provincia leal” durante la guerra civil, ha significado mucho para las bodegas alavesas. También ha supuesto la introducción de cierto matiz político que se hace notar con alguna frecuencia, presentado como contrapeso de otros centros de poder, aunque también a veces ha servido para desatascar algunos procesos. Los desencuentros se han ido sucediendo a lo largo de la historia: la creación de la Casa del Vino de Laguardia respondía a la de la Estación Enológica de Haro, que fue de las primeras en ser puesta en marcha en España (1892), y fue concebida para dar servicio a las bodegas alavesas.

Ese “separatismo” quedó claramente marcado en 1953, cuando se pusieron en marcha los registros de viñas y de bodegas. Los cosecheros alaveses se negaron a inscribir sus viñas en el Consejo Regulador y no lo hicieron hasta once años después. Los motivos no nacían de un nacionalismo romántico, sino todo lo contrario: los principales clientes de los cosecheros alaveses eran los almacenistas de Bilbao y temían perder sus clientes si los controles del Consejo Regulador impedían la mezcla de sus vinos con los de otra procedencia; pensaban que los comerciantes bilbaínos terminarían por optar por esos otros vinos. Se dijo también que el pago de las tasas pertinentes de inscripción y producción harían sus vinos menos competitivos. Finalmente se solucionó el problema en 1964, cuando la Diputación Provincial asumió el pago de las tasas de los cosecheros alaveses.

Es una separación claramente política, que se puede comprobar en los propios límites de la subzona Rioja alavesa. La división provincial es el único argumento para distinguir la subzona Rioja Alavesa. Ni por suelo, ni por clima, ni por orientación, ni por tradiciones vitivinícolas, ni siquiera por estructura de la producción, hay razones para distinguir Rioja Alavesa de la comarca de la Sonsierra, enclave de la Comunidad de La Rioja que parte en dos la subzona de Álava, o del municipio de Briñas, también de La Rioja, situado al oeste. El criterio fue la frontera entonces provincial y hoy también autonómica. Y, por supuesto, también influyó el diferente régimen fiscal que siempre tuvo Álava.

La tutela que la Diputación alavesa ha dispensado siempre a sus bodegas ha sido fundamental en el despegue que ha experimentado Rioja Alavesa en los últimos años y que ha contribuido de forma importante en el progreso de toda la D.O.C. Rioja. Como ocurrió siempre en una historia plagada de desencuentros pero con mucho en común a demás del nombre de Rioja. El esfuerzo económico desplegado por las instituciones vascas tiene, sin duda, un componente político: el intento de atraer hacia la causa nacionalista a la provincia menos euskalduna de las tres que forman el País Vasco. Con especial incidencia en la zona meridional, tal vez la comarca alavesa más alejada de ese sentimiento nacionalista.

Una reconversión profunda
Eso no resta mérito a un proceso que ha convertido a algunos de los cosecheros, que durante décadas vendían sus uvas a las grandes bodegas de uno y otro lado del Ebro o sus vinos a granel, en garrafas de a cántara o media cántara (16 y 8 litros, respectivamente) o en botellas anónimas, en titulares de algunas de las bodegas más pujantes de la D.O.C. Rioja. El proceso se inició en los años ochenta, cuando se destinaron importantes recursos a la reconversión de las viejas bodegas de cosechero en bodegas modernas y los viejos graneles en vinos embotellados y con su etiqueta.

Esa reconversión no se limitaba a un simple lavado de cara o a la inversión en unas instalaciones que sustituyeran a los viejos lagos abiertos de toda la vida, sino que incluía cambios más profundos. Comenzando por los conocimientos técnicos. Cursillos sobre viticultura y enología y becas para que los hijos de algunos de esos cosecheros estudiaran enología en diferentes centros, se sumaron a subvenciones y ayudas para la renovación de viñedos y construcción y equipamiento de bodegas, aprovechando y reforzando las ayudas que comenzaban a llegar tanto de las instituciones europeas como del Gobierno central.

Viñedo, cultivo único
La creación de asociaciones netamente alavesas, como la de productores APRA, la exportadora ARAEX o la reciente Interprofesional del Vino de Rioja Alavesa, constituida en mayo, contribuyen a crear una estructura que replica a la de cualquier denominación de origen desarrollada. Sin embargo, todavía no se ha conseguido crear las condiciones para que las grandes casas alavesas (El Coto, Marqués de Riscal, Palacio, Faustino, Martínez Bujanda, Remelluri, Domecq o la cooperativa de Labastida, la mejor de la D.O.C. Rioja) puedan prescindir de sus vínculos con el resto de la D.O.C. Rioja.

Sí ha sido muy importante, en cambio, para favorecer el desarrollo de un gran número de pequeñas bodegas familiares y acentuar el carácter eminentemente vinícola de Rioja Alavesa. Además, ha contribuido de forma notable a crear las condiciones para mejorar la calidad general de los vinos de la zona, aprovechando la indudable vocación vinícola de unos terrenos privilegiados. En ese proceso de menos de veinte años han surgido nombres que hoy tienen mucho peso en el conjunto del vino de Rioja y español: Artadi, Fernando Remírez de Ganuza, San Pedro, Pujanza, Ostatu (la bodega familiar del actual consejero de Agricultura del Gobierno Vasco), Luberri o Luis Cañas son los más destacados, pero van a surgir más.

La etapa de bonanza que ha vivido el sector del vino en todos los sentidos, en buena medida gracias a esa reconversión, ha impulsado la creación de bodegas y la plantación de viñedo, dicen que incluso cuando estaba prohibido y en terrenos en ocasiones poco aptos para viña. Hasta el punto de que difícilmente se podrá plantar más en una zona en la que prácticamente todo lo que no es zona urbana o caminos está ocupado por viñas o por bodegas. Unas pocas parcelas de cereal y algún olivo aislado (el viñedo terminó de rematar lo que empezaron lo Reyes Católicos y su prohibición de plantar olivos en algunas zonas, como Galicia o Álava) son la única alternativa a la casi siempre magnífica estampa del viñedo alavés.

Rioja Alavesa: neta vocación vinícola

La subzona Rioja Alavesa está situada al sur de la provincia de Álava, en la margen izquierda del curso del Ebro. Se extiende desde el límite occidental de la Sierra Cantabria, cerca de la entrada del Ebro en el gran valle riojano, hasta las inmediaciones de Logroño. Comprende 18 términos municipales, con Laguardia como capital (de hecho la comarca tiene el nombre histórico de Cuadrilla de Laguardia desde su pertenencia al viejo Reino de Navarra) y centros vinícolas destacados en Elciego, Labastida, Samaniego, Villabuena y Oyón.

Según los últimos datos del Consejo Regulador (diciembre de 2002), en Álava se cultivan 1.228,6 hectáreas de viñedo acogido a la denominación de origen, lo que supone algo más del 20,6 por ciento del total de viñedo de la D.O.C. Rioja. La uva tinta Tempranillo es la auténtica estrella de la zona y protagonista de prácticamente la totalidad de las nuevas plantaciones y de las sustituciones de viejos viñedos. Casi el 87 por ciento del viñedo alavés está ocupado por Tempranillo. Las variedades blancas, capítulo en la que es muy mayoritaria la Viura, suponen el 9,6 por ciento del total; el resto se reparte entre las tintas Garnacha (1,33 por ciento), Graciano (0,92) y Mazuelo (0,84) y pequeñas cantidades de otras variedades. En la cosecha 2002 se produjeron poco más de 51 millones de litros de vino, equivalente a casi el 26 por ciento del total de la D.O.C. Rioja.

En Rioja alavesa se da seguramente una de las mayores concentraciones de bodegas que se puedan ver. Los registros del Consejo Regulador cuentan con 561 bodegas, sumando de crianza, almacenistas, cooperativas y cosecheros, lo que supone el 41 por ciento del total inscrito en la D.O.C. Rioja. En el directorio de empresas que comercializan con su marca, más de la mitad son alaveses: nada menos que 251 bodegas de un total de 492 que existen en la D.O.C. Rioja. Sólo en Laguardia se cuentan más de 40 bodegas que comercializan con su propia marca.

–versión íntegra–

La orilla izquierda del Ebro a su paso por la provincia de Álava ofrece rasgos distintivos frente a la mayor parte de la D.O.C. Rioja. Su orientación sur y sus suelos calcáreos proporcionan a los vinos de Rioja alavesa un carácter singular. Su categoría como subzona de Rioja responde a esos rasgos pero también a una trayectoria histórica un tanto separada de la de sus vecinos del otro lado del río.

Periódicamente, algunos propugnan la creación de una denominación de origen propia para los vinos alaveses. La asociación del viñedo alavés con el del resto de Rioja es algo así como un matrimonio de conveniencia, unido, según se dice, únicamente por la dificultad para encontrar en la zona vasca un nombre con la misma fuerza comercial que tiene la marca genérica Rioja. Además, habría que añadir otros condicionantes, que tal vez tengan más peso: las grandes bodegas alavesas se nutren en parte de uvas y vinos de otras zonas de la D.O.C. Rioja.

El desencuentro ha sido una constante histórica y el papel de víctima ha ido de un lado al otro del Ebro desde que a finales del siglo XIX se decidió que el ferrocarril del valle del Ebro, la línea entre Zaragoza y Bilbao, pasara por Haro y no por Laguardia. Los alaveses afirman que ese habría sido el trazado lógico pero que se cambió por las presiones del lobby riojano en Madrid, capitaneado por Práxedes Mateo Sagasta. De una forma u otra, el tren convirtió a Haro en la capital del vino riojano, hay que decir que en detrimento de Logroño más que en perjuicio de Laguardia. Muchas de la bodegas que se instalaron en el barrio de la Estación de Haro tenían capital bilbaíno y ése es otro argumento para alimentar la sensación de víctimas que se detecta en algunos medios alaveses.

Efecto frontera
Del otro lado tampoco faltan motivos de queja. La actuación de las instituciones vascas, en especial la poderosa Diputación Provincial, respaldada en una dilatada etapa por el Gobierno Vasco, dando facilidades para la instalación de industrias en su territorio, ha acentuado el “efecto frontera”. Las famosas “vacaciones fiscales” y todo tipo de ayudas, algunas de ellas puestas recientemente en entredicho por la Unión Europea (un aspecto que está abierto: se dice que habrá que devolver algunas subvenciones multimillonarias), han servido no sólo para impulsar a algunas pequeñas bodegas de cosechero alavesas, sino también como argumento para la instalación de algunas empresas en terreno alavés.

En ese ámbito hay que situar el traslado de algunas empresas, como la fábrica de cápsulas Ramondín, que estaba en Logroño se instaló en Laguardia, a las puertas de la capital riojana. También cabe ahí la construcción de “filiales”, como la de La Rioja Alta en Labastida (a escasos dos kilómetros de su sede central de Haro pero al otro lado del río), dedicada a elaboración y crianza como “área de expansión” de la veterana y varias veces ampliada bodega de Haro. O la nueva y espectacular de CVNE, donde se ha trasladado el embotellado de algunos de sus vinos, situada en un cerro cercano a Laserna. O la de la familia Eguren (Señorío de San Vicente) en Páganos. La verdad es que las tentaciones han sido fuertes y casi todo el movimiento ha sido de sur a norte. La excepción: la familia alavesa Martínez Bujanda con su importante inversión de Finca Valpiedra, en Fuenmayor.

Tutela institucional
La potencia económica de la Diputación de Álava, con régimen económico especial mantenido incluso durante la dictadura del general Franco por su condición de “provincia leal” durante la guerra civil, ha significado mucho para las bodegas alavesas. También ha supuesto la introducción de cierto matiz político que se hace notar con alguna frecuencia, presentado como contrapeso de otros centros de poder, aunque también a veces ha servido para desatascar algunos procesos. Los desencuentros se han ido sucediendo a lo largo de la historia: la creación de la Casa del Vino de Laguardia respondía a la de la Estación Enológica de Haro, que fue de las primeras en ser puesta en marcha en España (1892), y fue concebida para dar servicio a las bodegas alavesas.

Ese “separatismo” quedó claramente marcado en 1953, cuando se pusieron en marcha los registros de viñas y de bodegas. Los cosecheros alaveses se negaron a inscribir sus viñas en el Consejo Regulador y no lo hicieron hasta once años después. Los motivos no nacían de un nacionalismo romántico, sino todo lo contrario: los principales clientes de los cosecheros alaveses eran los almacenistas de Bilbao y temían perder sus clientes si los controles del Consejo Regulador impedían la mezcla de sus vinos con los de otra procedencia; pensaban que los comerciantes bilbaínos terminarían por optar por esos otros vinos. Se dijo también que el pago de las tasas pertinentes de inscripción y producción harían sus vinos menos competitivos. Finalmente se solucionó el problema en 1964, cuando la Diputación Provincial asumió el pago de las tasas de los cosecheros alaveses.

Es una separación claramente política, que se puede comprobar en los propios límites de la subzona Rioja alavesa. La división provincial es el único argumento para distinguir la subzona Rioja Alavesa. Ni por suelo, ni por clima, ni por orientación, ni por tradiciones vitivinícolas, ni siquiera por estructura de la producción, hay razones para distinguir Rioja Alavesa de la comarca de la Sonsierra, enclave de la Comunidad de La Rioja que parte en dos la subzona de Álava, o del municipio de Briñas, también de La Rioja, situado al oeste. El criterio fue la frontera entonces provincial y hoy también autonómica. Y, por supuesto, también influyó el diferente régimen fiscal que siempre tuvo Álava.

La tutela que la Diputación alavesa ha dispensado siempre a sus bodegas ha sido fundamental en el despegue que ha experimentado Rioja Alavesa en los últimos años y que ha contribuido de forma importante en el progreso de toda la D.O.C. Rioja. Como ocurrió siempre en una historia plagada de desencuentros pero con mucho en común además del nombre de Rioja. El esfuerzo económico desplegado por las instituciones vascas tiene, sin duda, un componente político: el intento de atraer hacia la causa nacionalista a la provincia menos euskalduna de las tres que forman el País Vasco. Con especial incidencia en la zona meridional, tal vez la comarca alavesa más alejada de ese sentimiento nacionalista.

Una reconversión profunda
Eso no resta mérito a un proceso que ha convertido a algunos de los cosecheros, que durante décadas vendían sus uvas a las grandes bodegas de uno y otro lado del Ebro o sus vinos a granel, en garrafas de a cántara o media cántara (16 y 8 litros, respectivamente) o en botellas anónimas, en titulares de algunas de las bodegas más pujantes de la D.O.C. Rioja. El proceso se inició en los años ochenta, cuando se destinaron importantes recursos a la reconversión de las viejas bodegas de cosechero en bodegas modernas y los viejos graneles en vinos embotellados y con su etiqueta.

Esa reconversión no se limitaba a un simple lavado de cara o a la inversión en unas instalaciones que sustituyeran a los viejos lagos abiertos de toda la vida, sino que incluía cambios más profundos. Comenzando por los conocimientos técnicos. Cursillos sobre viticultura y enología y becas para que los hijos de algunos de esos cosecheros estudiaran enología en diferentes centros, se sumaron a subvenciones y ayudas para la renovación de viñedos y construcción y equipamiento de bodegas, aprovechando y reforzando las ayudas que comenzaban a llegar tanto de las instituciones europeas como del Gobierno central.

Viñedo, cultivo único
La creación de asociaciones netamente alavesas, como la de productores APRA, la exportadora ARAEX o la reciente Interprofesional del Vino de Rioja Alavesa, constituida en mayo, contribuyen a crear una estructura que replica a la de cualquier denominación de origen desarrollada. Sin embargo, todavía no se ha conseguido crear las condiciones para que las grandes casas alavesas (El Coto, Marqués de Riscal, Palacio, Faustino, Martínez Bujanda, Remelluri, Domecq o la cooperativa de Labastida, la mejor de la D.O.C. Rioja) puedan prescindir de sus vínculos con el resto de la D.O.C. Rioja.

Sí ha sido muy importante, en cambio, para favorecer el desarrollo de un gran número de pequeñas bodegas familiares y acentuar el carácter eminentemente vinícola de Rioja Alavesa. Además, ha contribuido de forma notable a crear las condiciones para mejorar la calidad general de los vinos de la zona, aprovechando la indudable vocación vinícola de unos terrenos privilegiados. En ese proceso de menos de veinte años han surgido nombres que hoy tienen mucho peso en el conjunto del vino de Rioja y español: Artadi, Fernando Remírez de Ganuza, San Pedro, Pujanza, Ostatu (la bodega familiar del actual consejero de Agricultura del Gobierno Vasco), Luberri o Luis Cañas son los más destacados, pero van a surgir más.

La etapa de bonanza que ha vivido el sector del vino en todos los sentidos, en buena medida gracias a esa reconversión, ha impulsado la creación de bodegas y la plantación de viñedo, dicen que incluso cuando estaba prohibido y en terrenos en ocasiones poco aptos para viña. Hasta el punto de que difícilmente se podrá plantar más en una zona en la que prácticamente todo lo que no es zona urbana o caminos está ocupado por viñas o por bodegas. Unas pocas parcelas de cereal y algún olivo aislado (el viñedo terminó de rematar lo que empezaron lo Reyes Católicos y su prohibición de plantar olivos en algunas zonas, como Galicia o Álava) son la única alternativa a la casi siempre magnífica estampa del viñedo alavés.

Rioja Alavesa: neta vocación vinícola

La subzona Rioja Alavesa está situada al sur de la provincia de Álava, en la margen izquierda del curso del Ebro. Se extiende desde el límite occidental de la Sierra Cantabria, cerca de la entrada del Ebro en el gran valle riojano, hasta las inmediaciones de Logroño. Comprende 18 términos municipales, con Laguardia como capital (de hecho la comarca tiene el nombre histórico de Cuadrilla de Laguardia desde su pertenencia al viejo Reino de Navarra) y centros vinícolas destacados en Elciego, Labastida, Samaniego, Villabuena y Oyón.

Según los últimos datos del Consejo Regulador (diciembre de 2002), en Álava se cultivan 1.228,6 hectáreas de viñedo acogido a la denominación de origen, lo que supone algo más del 20,6 por ciento del total de viñedo de la D.O.C. Rioja. La uva tinta Tempranillo es la auténtica estrella de la zona y protagonista de prácticamente la totalidad de las nuevas plantaciones y de las sustituciones de viejos viñedos. Casi el 87 por ciento del viñedo alavés está ocupado por Tempranillo. Las variedades blancas, capítulo en la que es muy mayoritaria la Viura, suponen el 9,6 por ciento del total; el resto se reparte entre las tintas Garnacha (1,33 por ciento), Graciano (0,92) y Mazuelo (0,84) y pequeñas cantidades de otras variedades. En la cosecha 2002 se produjeron poco más de 51 millones de litros de vino, equivalente a casi el 26 por ciento del total de la D.O.C. Rioja.

En Rioja alavesa se da seguramente una de las mayores concentraciones de bodegas que se puedan ver. Los registros del Consejo Regulador cuentan con 561 bodegas, sumando de crianza, almacenistas, cooperativas y cosecheros, lo que supone el 41 por ciento del total inscrito en la D.O.C. Rioja. En el directorio de empresas que comercializan con su marca, más de la mitad son alaveses: nada menos que 251 bodegas de un total de 492 que existen en la D.O.C. Rioja. Sólo en Laguardia se cuentan más de 40 bodegas que comercializan con su propia marca.

Fecha publicación:Junio de 2003
Medio: Vinos y Restaurantes