Fecha publicación:Octubre de 2002
Medio: Vinos y Restaurantes

La D.O. Vinos de Madrid empieza en las mismas puertas de la ciudad pero durante muchos años ha sido una completa desconocida para muchos de los habitantes de la capital. La irrupción de algunas nuevas marcas de vinos de calidad ha llamado la atención sobre una zona que no ha dejado de crecer.

Las instalaciones de seguimiento de naves espaciales de Frensedillas se encuentran al suroeste de Madrid, en terrenos de la D.O. Vinos de Madrid. Sus potentes telescopios podrían ser necesarios para seguir la ascensión de los precios de algunos de los vinos madrileños. En un panorama dominado por vinos de bajo precio y modestas pretensiones, han surgido marcas que pretenden codearse con los mejores en todos los sentidos. Da la impresión de ser un primer síntoma de una tendencia y no un alarde aislado y ocasional. Habrá que verlo.

Madrid ha sido desde antiguo una importante productora de vinos. En el Siglo de Oro eran famosos los “vinos preciosos” de San Martín y los de Fuencarral, un pueblo ya integrado en la ciudad en el que aún quedan algunas viñas. Más adelante fueron famosos los “garnachos” de Navalcarnero o Villamanta, que competían en las preferencias tabernarias incluso con los valdepeñas.

Eran vinos que se vendían a granel, trasladados en pellejos y después en garrafones o en camiones cisterna. Esa cultura del granel fue una constante en el vino madrileño y se llevó por delante algunos intentos de modernización. Uno de ellos, revelado por el periodista Andreu Parra, fue el protagonizado por Joaquín Campuzano, miembro de una aristocrática familia de Villaviciosa de Odón y antiguo embajador, que en 1857 mereció un destacado galardón por elaborar tal vez el primer “champán” español, quince años antes de que José Raventòs creara el primer Codorníu.

Pese al entusiasmo de don Joaquín, su empresa no sobrevivió al paso del tiempo y a la plaga de la filoxera, que envió al viñedo madrileño al papel de suministrador de graneles a los establecimientos hosteleros más modestos de Madrid, a las envasadoras de vinos comunes instaladas en los polígonos industriales cercanos a la capital o a los visitantes de fin de semana que llenaban sus garrafas en bodegas y cooperativas. Esa situación se mantuvo durante años porque el vino de Madrid se vendía bien y, al estar cerca de las envasadoras, había un ahorro de transporte. En esas circunstancias es normal que se frustrara el primer intento de acceder a la denominación de origen, en 1973, nada más entrar en vigor el Estatuto del Vino cuya renovación se tramita en la actualidad.

Tres zonas en una D.O.

La llegada de la estructuración autonómica del Estado benefició al vino del centro ya que sería la Comunidad Autónoma de Madrid la encargada de impulsar la puesta en marcha en 1986 de la D.O. Vinos de Madrid. Fue un asunto complicado porque la nueva zona agrupa a tres comarcas vinícolas bastante diferenciadas en dos de los tres factores clásicos de calidad, variedades de uva y suelo, mientras que sí hay mayor uniformidad en lo que se refiere al clima. También los vinos presentaban, y presentan, rasgos diferenciales: los de Arganda sonaban mucho a La Mancha y los de las otras zonas, elaborados mayoritariamente con Garnacha, eran más oscuros y con mayor cuerpo y grado alcohólico.

Se daban las condiciones para crear no una sino tres denominaciones de origen, salvo que en una de ellas, San Martín de Valdeiglesias, se seguía embotellando prácticamente nada. De hecho se habló de dos y tres denominaciones diferentes y el propio Ministerio de Agricultura reconoció en 1983 tres denominaciones específicas para lo que hoy son las tres subzonas de la D.O. Vinos de Madrid: Arganda, Navalcarnero y San Martín de Valdeiglesias.

Finalmente se optó por la solución más económica: una sola denominación de origen, estructurada en tres subzonas. Con ello se ahorran costos administrativos y se permite el paso de vinos y uvas de una zona a otra, al mismo tiempo que se mantiene la posibilidad de utilizar el nombre de cada una de las subzonas en las etiquetas de los vinos elaborados en sus respectivos ámbitos geográficos.

Desarrollo sin ruido

Para cuando se aprobó la denominación de origen ya había algunos vinos madrileños que sonaban, como los de Jesús Díaz, de Colmenar de Oreja. La calificación de la zona impulsó el embotellado y la calidad de los vinos, pero su imagen no mejoró de forma suficiente. Los optimistas pensaron que el consumidor madrileño, su hostelería y tiendas especializadas, adoptarían enseguida los vinos de la D.O. Vinos de Madrid y no habría problema alguno de comercialización. Sin embargo, Madrid no se pliega ante esos criterios del corazón, que han hecho, por ejemplo, que sobrevivan los chacolíes en el País Vasco, sino que es mucho más pragmática.

Así las cosas, la respuesta del mercado madrileño fue más bien discreta, acorde en todo caso con unos vinos que se mantuvieron mucho tiempo, y aún lo hacen en buena medida, en la lucha de los precios bajos y la apuesta por las grandes superficies. Se dio el caso de alguna bodega que vendía más vino en lugares exóticos, como Colombia, que en la propia ciudad de Madrid.

A pesar de las dificultades y de que los vinos madrileños no entraban salvo de forma ocasional en la consideración de la crítica especializada, los números no han dejado de ser favorables. La D.O. Vinos de Madrid se puso en marcha con apenas media docena de bodegas embotelladoras y ese número no creció hasta el año 1991, que pasó de 5 a 19 embotelladoras en un solo año. En la actualidad embotellan 36 empresas, 13 cooperativas y 23 privadas. Hay algunos nuevos proyectos, como el del marqués de Griñón, que está plantando viñedo en Aldea del Fresno, y otros se lo piensan o lo han estudiado, como el grupo González Byass.

En lo que se refiere a comercialización, los datos son aún más llamativos: en los quince años que van desde 1986 hasta 2001 las ventas de vinos con denominación de origen han pasado de 72.000 a más de 3,3 millones de botellas al año, el diez por ciento de las cuales se destina a la exportación (Alemania, Reino Unido, Francia, Estados Unidos, y Holanda son los cinco principales destinos).

El reto de la alta calidad

Son números que hablan de la importancia que para Vinos de Madrid ha tenido ese factor tan poco aprehensible como la relación calidad-precio. Generalmente, es el consuelo de los que venden barato y no entran en las valoraciones de la prensa especializada o de la alta hostelería, es decir, de los vinos medianos, con más o menos suficiente nivel de calidad pero sin los rasgos de los grandes vinos.

Las bodegas parecían resignadas a su suerte pero se investigaba con nuevas variedades, en especial la colección de las francesas de moda pero también con otras, como las blancas Parellada y Torrontés, al mismo tiempo que se reivindicaba la personalidad de la autóctona Malvar, presente únicamente en Vinos de Madrid y en la vecina D.O. Monséjar-Sacedón. Lo mismo se puede decir en lo que se refiere a las elaboraciones. Se mejoraba la calidad y se investigaban nuevos tipos, como el espumoso: hay dos bodegas que elaboran espumosos por el método tradicional y ese tipo de vino está contemplado en el Reglamento de la denominación de origen,. Al mismo tiempo, algunas bodegas conservan elaboraciones ancestrales, como los “sobremadre”, vinos jóvenes que se mantienen hasta la primavera en depósitos cerrados en contacto con las lías de la fermentación.

Los progresos en la calidad general eran moderados y todo el mundo esperaba la llegada de un gran vino que llamase la atención sobre el potencial de la zona. La ralentización de los procesos, que se producen como a cámara lenta, se explica por las fuertes inercias que hay que romper, tanto en los viñedos como en las elaboraciones de vinos. Las bodegas, de gran tamaño y un tanto destartaladas, sólo pueden ser renovadas lentamente ya que la crisis de los graneles acertó de lleno en unas bodegas descapitalizadas y que no han contado con las ayudas oficiales que tuvieron en regiones como Aragón, Navarra o las comarcas vascas.

De todas formas, durante la segunda mitad de los noventa se fue avanzando, salvando viejos defectos y hasta renovando con bastante acierto la presentación de los vinos. El último impulso se está detectando ahora, justamente con el cambio de siglo, y está llegando de forma aún tímida pero también inesperada. Durante muchos años la gran esperanza del vino madrileño fue la subzona Arganda. En los últimos años, algunos destacan las posibilidades de la subzona San Martín de Valdeiglesias, de mayor altitud y con suelos graníticos. Sin embargo, el golpe de efecto llegó de Navalcarnero, con un tinto, Divo, que llamó la atención por su precio estratosférico, pero también por una calidad impensable. Alguna otra bodega ha seguido el ejemplo, aunque con precios algo más discretos, en un movimiento que debería hacer despertar a algunos que se durmieron en esos esquemas de la relación calidad-precio.

El encasillamiento de los Vinos de Madrid en esos segmentos del mercado puede ser el principal obstáculo para el desarrollo de unos vinos que han demostrado ya su potencial. Otro riesgo en el horizonte no tiene nada que ver con los parámetros habituales de la producción: el proyectado nuevo aeropuerto de Madrid, en Campo Real, en pleno corazón de la subzona Arganda, podría acabar con algunas de las mejores zonas de viñedo de la D.O. Vinos de Madrid. La historia se repite: las viejas pistas del aeropuerto de Barajas se construyeron en terrenos ocupados por viñas de Moscatel con las que se elaboraban unos dulces con cierta fama a principios de siglo, los moscateles de Hortaleza.

La zona: El sur de Madrid

Las casi 12.000 hectáreas de viñedo con que cuenta la D.O. Vinos de Madrid suponen la práctica totalidad del cultivo de vid en esa comunidad autónoma; hay que añadir los restos de las otrora importantes comarcas del norte (El Molar) y este (Alcalá, Torrejón) de la región. El viñedo madrileño ocupa toda la base del triángulo que dibuja la silueta de la región, repartido en tres subzonas: Arganda, Navalcarnero y San Martín de Valdeiglesias.

Arganda está situada al sureste de la región y acapara la mitad del viñedo de la D.O. Vinos de Madrid. Es una zona de relieve ondulado, con suelos de color pardo-rojizo y subsuelo de origen granítico. Es la zona más seca, con unas lluvias medias de 461 mm. al año. Aquí abundan las variedades Malvar (blanca) y Tempranillo, que con frecuencia aparecen en cultivos asociados con olivos.

En el centro se encuentra Navalcarnero, la más pequeña, con el 14 por ciento del viñedo de la D.O. Vinos de Madrid, Es un área aún más llana que Arganda en la que las plantaciones con olivo son más raras y en la que abunda más la uva Garnacha. Los suelos son arcillosos, pobres en caliza, con subsuelo de arenas gruesas. La pluviometría se sitúa en torno a los 529 mm. al año.

La zona más occidental, San Martín de Valdeiglesias, es también la de orografía más accidentada. Aquí se cultiva algo más de un tercio del viñedo madrileño, fundamentalmente con las uva Garnacha y la blanca Albillo. Los suelos son ácidos, de origen granítico y es también la comarca más lluviosa: 658 mm. al año.

Las variedades de uva: catálogo abierto

Vinos de Madrid ha sido bastante permeable a la incorporación de nuevos tipos de uva. Cuenta con la ventaja de la cercanía de la finca El Encín, en los alrededores de Alcalá de Henares, uno de los centros de investigación vitícola más importantes de España. La última ampliación de su catálogo varietal ha incorporado la tinta Syrah y la blanca Moscatel de Grano Menudo, pero ya se contaba con las tintas Tempranillo, Garnacha, Cabernet Sauvignon y Merlot, y las blancas Malvar, Airén, Parellada, Torrontés y Viura. La D.O. Vinos de Madrid destaca “variedades recomendadas” para cada subzona: Airén. Malvar y Tempranillo para Arganda, Malvar y Garnacha en Navalcarnero y Albillo y Garnacha en San Martín de Valdeiglesias.

Los mejores Vinos de Madrid

Divo ’00

Tinto crianza

Bodegas Ricardo Benito
Uvas: Tempranillo
Crianza: un año en barrica
P.V.P.: 140 €
Calificación: 19/20
Tiene una gran entidad, en un perfil muy actual. En la nariz destacan las notas de fruta muy madura, con toques discretos de crianza y recuerdos minerales y de café. Magnífico paso de boca, con cuerpo y tacto aterciopelado, sabroso, expresivo, largo.

Asido ’00

Tinto
Bodegas Ricardo Benito
Uvas: 50% Tinto Fino (Tempranillo), 50% Merlot
Crianza: un año en barrica
P.V.P.: 15 €
Calificación: 17,5/20
Estilo personal, línea moderna. En la nariz se percibe una apurada maduración del fruto, con elegantes notas de compotas de frutas rojas, y una esmerada elaboración y crianza, con tonos tostados, lácteos y minerales. Con cuerpo y potencia en la boca, lleno, largo.

Manu ’99

Tinto
Vinos Jeromín
Uvas: Tempranillo, Cabernet Sauvignon, Medrlot, Garnacha y Syrah
Crianza: un año en barrica de roble francés
P.V.P.: 27 €
Calificación: 17,5/20
Estructurado y potente. Aroma complejo, potente y fino, con muchos matices frutales (maduración completa) y discretas notas de crianza sobre un fondo mineral, especiado, de tinta y de monte bajo. Corpóreo y tánico en la boca, sabroso, amplio, expresivo.

Peral ’99

Tinto crianza
Bodegas Peral
Uvas: Tempranillo
Crianza: un año en barrica
P.V.P.: 5 €
Calificación: 16,5/20
Crianza con entidad. Aroma potente de fruta sana y madura, con recuerdos de la gama fresa-grosella y notas de tinta, brea, tostadas y florales. Buena estructura y equilibrio en la boca, tiene cuerpo y alguna punta tánica, paso goloso aunque ligeramente astringente.

Félix Martínez Cosecha de Familia ‘97

Tinto reserva
Vinos Jeromín
Uvas: 85% Tempranillo, 15% Cabernet Sauvignon y Merlot
Crianza: dos años en barricas nuevas de roble francés y americano
P.V.P.: 24 €
Calificación: 16/20
Desarrollado en la nariz, con algunas puntas en la boca. Aroma complejo de crianza, con notas especiadas y toque de frutos secos, maderas finas y fondo de fruta roja madura. Bien armado en la boca, con cuerpo y viva acidez, tanino vivo, sabroso.

Viña Rey 70 Barricas ‘01

Tinto
Bodegas Castejón
Uvas: Tempranillo
Crianza: 4 meses en barrica
P.V.P.: 4 €
Calificación: 15,5/20
Interesante en la nariz y con buen equilibrio en la boca. Aroma frutal bien definido y fino, con discretos recuerdos de madera nueva y un toque tostado. Buen equilibrio en la boca, sabroso aunque con paso algo astringente, marcado por unos vivos taninos.

Puerta de Alcalá ‘01

Blanco
Vinos Jeromín
Uvas: Malvar
P.V.P.: 2 €
Calificación: 15/20
Suave, agradable, con franco carácter frutal de Malvar. Aroma nítido de uva madura, con recuerdos de manzana, hinojo, heno y un fondo de monte bajo. Buen paso de boca, equilibrado y suave, ajustada acidez, bien de sabores y con sensación de volumen.

Valdeguerra ‘01

Tinto
V. y A. Laguna
Uvas: Tempranillo
P.V.P.: 3 €
Calificación: 15/20
Tinto joven con estructura y algo tánico. Muy fino en aromas, con toques de fruta madura (zarzamora, ciruela negra) y minerales (grafito). Cuerpo medio, equilibrado y sabroso, justo de acidez, con marcados taninos que dan un paso de boca algo basto.

Puerta de Alcalá ‘01

Rosado
Vinos Jeromín
Uvas: Tempranillo
P.V.P.: 2,15 €
Calificación: 14,5/20
Rosado que bordea terrenos de tinto. Aroma potente de fruta madura, con ligeros recuerdos de hoja de higuera y una puntita de vinosidad. Estructurado en la boca, tiene cuerpo y potencia, resulta algo cálido por su justa acidez, frutal en aromas de boca.

Tapón de Oro ’01

Tinto (maceración carbónica)
Bodegas Ricardo Benito
Uvas: Garnacha
P.V.P.: 6 €
Calificación: 14,5/20
Fresco y con cierto relieve. Aroma frutal franco, con ligero toque vegetal; recuerdos de picotas, hoja de higuera y carbón. Buen paso de boca, cuerpo medio, ciertas puntas de taninos que no molestan y dan relieve, sabroso, con sensación de frescura frutal.

Jesús Díaz ‘01

Tinto
Bodegas Jesús Díaz
Uvas: Tempranillo
P.V.P.: 3 €
Calificación: 14/20
Fresco y sencillo en un bien definido carácter frutal. Aromas de uvas bien maduras, con unligero recuerdo de hollejos. Más bien ligero de cuerpo pero equilibrado y con muy buen paso de boca, tiene carácter y ceieto relieve, es sabroso, franco en aromas, frutal.

Señorío de Medina Sidona ‘97

Tinto reserva
Bodegas Ricardo Benito
Uvas: Tempranillo
Crianza: 14 meses en barrica nueva de roble francés y americano
P.V.P.: 9 €
Calificación: 14/20
En la nariz dominan sensaciones de crianza, con complejos recuerdos especiados y de maderas finas, tonos tostados y de café, fondos poco marcados de tinta. En la boca tiene alguna rudeza pero también buen equilibrio, es sabroso y bastante amplio y complejo.

Tapón de Oro ‘01

Blanco fermentado en barrica
Bodegas Ricardo Benito
Uvas: 95% Malvar, 5% Macabeo
P.V.P.: 5,5 €
Calificación: 14/20
Mucha vainilla en la nariz (madera nueva de calidad), aunque no oculta los aromas de fruta madura, y mucha madera en la boca, aunque tiene estructura, equilibrio, potencia y cierta frescura. Crecerá tras unos meses de evolución en la botella.

Viña Maín ‘01

Tinto
Bodegas Orusco
Uvas: Tempranillo
P.V.P.: 3 €
Calificación: 13,5/20
Un buen tinto joven, con frescura frutal en aromas (conviene oxigenar durante unos minutos para liberar la nariz de ciertos tonos de fermentación) y en un paso de boca equilibrado y sabroso, con cuerpo y bastante carácter, con francos matices frutales.