Termina esta serie con la periferia del consumo de vino. Son los elementos, secundarios si se quiere, pero que acompañan de forma insustituible al disfrute de un producto sofisticado. En este territorio el vino pierde (o gana) en la comparación con otras bebidas, como la cerveza, que sólo necesita una nevera o una cantidad suficiente de hielo y nada más. Ni un artilugio para sacar la chapa, porque con cualquier cosa (un mechero, el borde de un cuchillo, el pico de una cuchara, la esquina de una mesa, algunos con los dientes) se abre la botella para luego, en muchos casos, beber el líquido directamente desde el recipiente.

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El vino se bebe preferentemente sentado, mejor si es en copa idónea, y necesita más cosas: un sacacorchos adecuado, alimentos de cierto nivel de calidad y complejidad, lo necesario para que alcance y mantenga en su consumo pausado la temperatura… y tiempo. No es bebida de botellón, no vale como refresco y tampoco es tan eficaz como un destilado para alcanzar un estado lamentable de consciencia.


No es recomendable guardar mucho tiempo el vino si no se dispone

de un espacio con las condiciones adecuadas

que se describen en cualquier manual


En un somero repaso de lo imprescindible, cabe decir que en el sentido contrario, entre lo prescindible, está el espacio para almacenar el vino. No es recomendable guardar mucho tiempo el vino si no se dispone de un espacio con las condiciones adecuadas que se describen en cualquier manual e incluso en las etiquetas de muchos vinos. Caso necesario, debajo de la cama de matrimonio se consiguen habitualmente las condiciones de oscuridad, tranquilidad y ausencia de ruidos y vibraciones que el vino precisa. El mejor lugar de un vino es la mesa y la copa; no hay que guardar nada a la espera de un momento mejor; puede ocurrir que salgamos a la calle y nos atropelle un coche de caballos y ese vino celosamente guardado bajo el lecho conyugal lo beba alguien menos merecedor.

Casi imprescindible es el sacacorchos, aunque hay sistemas alternativos, desde un tornillo grande y unos alicates hasta hundir el tapón en la botella. Se buscará un sacacorchos con el elemento que penetra el corcho en forma helicoidal, similar a la de un muelle, y no como un tornillo, que se estructura en torno a un vástago central y, en caso de resistencia de tapón, actúa como un taladro. El resto del instrumento, a gusto del consumidor.

Para alcanzar la temperatura deseada en cada vino vale el frigorífico, pero para mantenerla o para poner el vino rápidamente a tono, mejor una cubitera (no pasa nada por meter un tinto en hielo pero en los vinos muy viejos se corre el riesgo que el contraste brusco de temperaturas sea pernicioso, como cuando se pone al abuelo en una corriente de aire) o una funda rellena de líquido refrigerante. Se tendrá en cuenta el concepto de inercia térmica: lo que se enfría rápidamente, pierde también pronto su temperatura.


En los libros se dice que la copa de tallo largo es buena para alejar

de la boca de la copa posibles olores procedentes de la mano,

pero como somos muy limpios no suele tener mayor importancia


Es fundamental la copa. Se buscará copa transparente (y limpia, claro), con forma de huso y no ese horror de copa plana de espumoso, válida en el mejor de los casos para servir bolas de helado. Tendrá cuerpo ancho y boca más cerrada para que se concentren los aromas y se perciban mejor. El tallo más largo o más corto no es trascendente. En los libros se dice que es para alejar de la boca de la copa posibles olores (perfumes, comida) procedentes de la mano, pero como somos muy limpios no suele tener mayor importancia. De todas formas, parece más elegante el tallo largo.

El cristal ha de ser fino; el degustador listo rechazará esas copas de vidrio grosero que abundan en los salones de celebraciones. El tamaño importa, ni un dedal ni una pecera. Preferible un tamaño medio, de 300 a 500 centilitros de capacidad total, que se llenará como máximo en la cuarta parte de esa capacidad. Nunca se debe rellenar una copa que no se haya terminado de beber, sobre todo si se sirve de otra botella. El contenido de la segunda botella podría estar en malas condiciones y se arruina el resto del vino rico. Además, en el caso de los vinos que se toman fríos, con el relleno constante se mezclan el vino frío de la botella con el menso frío de la copa y se consigue que nunca se beba a la temperatura correcta.


Los numerosos elementos del servicio del vino tienen en común que suelen ser muy bonitos, que son buen recurso para hacer un regalo y que resultan perfectamente prescindibles


Hay muchos elementos del servicio del vino, como tastevins, decantadores, jarras de aireación, inventos para hacer el vacío en la botella sin terminar y un etcétera larguísimo que abarca cualquier faceta que se pueda imaginar del servicio del vino. Tienen en común que suelen ser muy bonitos, que son buen recurso para hacer un regalo y que resultan perfectamente prescindibles. Sobre todo los decantadores y las frascas de aireación, que no son lo mismo aunque se confundan con frecuencia. Tienen formas artísticas y suelen ser de diseño muy atractivo y elaboración cuidada en cristal fino. El gran problema se presenta en su limpieza, que es muy complicada. Pueden quedar restos de vino, acumular polvo e incluso servir de hotel a los insectos, elementos todos ellos enemigos del vino.

Algunos vinos necesitan unos minutos de aireación, pero si son muchos lo minutos necesarios es que el vino tiene un problema. Si son menos minutos pero el consumidor no tiene tiempo para esperar a que el vino crezca en la copa o en la botella abierta, tal vez sea que no era el momento de abrir ese vino.


La biodinámica se sustenta en prácticas ancestrales y un poco en magia blanca y hay numerosos viticultores y bodegueros que realizan las tareas del campo o de la bodega mirando a la luna


Finalmente, una cita a algo que está un tanto de moda a la hora de elegir el momento de tomar un vino. Es la cata biodinámica. Sostienen los biodinámicos que, en función de la posición de la luna y los planetas, hay días más o menos propicios para el vino, lo mismo que para la siembra o la poda del geranio de la terraza. La biodinámica se sustenta en prácticas ancestrales y un poco en magia blanca y hay numerosos viticultores y bodegueros que realizan las tareas del campo o de la bodega, todas o en parte, mirando a la luna, en función de la posición de los astros. Y no pocos consumidores que también lo tienen en cuenta el calendario lunar.

En lo que toca a la degustación del vino, habría cinco tipos de día: día fruta, que reforzaría el carácter frutal, día raíz, bueno para los rasgos minerales, días flor, adecuados para determinados blancos, días hoja, que darían impulso a los rasgos vegetales, y días nodo lunar, en los que parece recomendable no salir siquiera de la cama. Los escépticos pueden cambiar de opinión o reforzarla eligiendo dos días consecutivos, uno favorable (en teoría flor o fruta) y el siguiente nodo lunar y catar dos botellas del mismo vino o de varios vinos de distintos tipos. La conclusión personal, como todo en el disfrute del vino, será la válida.