Singularidad, autenticidad

Madrid, 22 de septiembre de 2014. MS. - Domar la rusticidad de la Prieto Picudo puede ser uno de sus principales retos, aunque es en ese carácter donde radica el atractivo de los vinos que de ella resultan y lo que los identifica y distingue. Se trata de la uva autóctona de la zona que, desde hace poco más de siete años, conforma la joven denominación castellana Tierra de León, tiempo durante el que ha ido adquiriendo fondo y presencia.

Mantener los aromas primarios de la uva y a la vez insuflarle esa suavidad que se le presupone al trabajo con las maderas es en lo que están inmersas las diferentes bodegas que conforman esta DO, cada una con su estilo y desde la experiencia propia. Actualmente, un  total de 41 bodegas dan cuerpo a la denominación, aunque por el momento sean poco más de diez las más conocidas porque son las que más se dejan ver: entre ellas Ángel Peláez, Tampesta CB, Leyenda del Páramo, VILE; Viñedos y Bodega Julio Crespo; Pedro Casis; Bodega los Palomares, cuyo enólogo también firma los vinos de la Cooperativa Los Oteros; Bodegas Margón; Gordonzello, y Pardevalles Viñedos y Bodega. Cuestión de tiempo y relevo generacional.

Viña de prieto picudoY es que la historia de la mayor parte de ellas viene de muchos años atrás, de bodegas familiares elaboradoras de vinos de mesa y para consumo doméstico, ubicadas en cuevas rupestres que definen el paisaje, excavadas en pequeñas lomas o promontorios de tierra arcillosa aprovechando el desnivel y formando galerías. De allí dentro, favorecidos por un micro clima ideal, provienen sus populares vinos de aguja, origen de lo que ahora define esta denominación. Mediante la técnica del madreo, propia de la zona, hacían esos vinos, un sistema por el que insertan racimos de uvas en las tinas durante la fermentación de los mostos, que recuerda al de la maceración carbónica, y con el que continúan elaborando rosados algunas de las bodegas de la DO. Por ejemplo, el 3 Almas 2013 de Ángel Peláez, y Peregrino 2013 de Gordonzello.

Pablo San José, presidente del Consejo Regulador, a la vez que director gerente de bodegas VILE (Vinos de León), pone cara a esta denominación además de entrega y una enorme pasión por esta tierra y sus vinos, como transmiten sus palabras. “Somos modestos pero estamos muy ilusionados pues crecemos cada año, allí donde vamos nos quedamos. Y es que nos avala una variedad noble y singular”. Lo próximo, algo que nos cuenta en primicia, el cambio de nombre de la DO que pasará a ser León en vez de Tierra de León.

El desarrollo protagonizado por estas tierras es más que destacado teniendo en cuenta, como apunta San José, que la zona padeció una importante despoblación porque el viñedo no era rentable, “si la Comunidad Autónoma no se hubiera empeñado en rescatar nuestras variedades autóctonas habrían desaparecido, pero además ese empeño ha sido un importante apoyo para el viticultor además de favorecer la repoblación al crearse puestos de trabajo”. Es decir, el componente social de la viña en este territorio es incuestionable.

grupo y catando

Pablo San José, en el centro, rodeado de algunas de las bodegas de la Denominación y colegas de la prensa especializada.

Aunque la zona de producción abarca no solo municipios del sur leonés sino también de Valladolid, repartidos, a su vez, en dos subzonas bien diferenciadas: Valdevimbre (meseta) y Los Oteros (lomas), donde se localizan los viñedos centenarios, y que ahora se amplían por la Ribera del Cea (León y Valladolid). Los suelos tienen una altitud máxima de 900 metros “pues por encima sería muy difícil elaborar”, apunta Alejandro González, director técnico del Consejo Regulador. El 70% de la viña es de Prieto Picudo, 1.406 hectáreas, luego tienen un 10% de Tempranillo, sobre un 4% de Mencía (cantidad más que reducida y por lo que se permite hacer monovarietales dentro de la denominación) y el resto se reparte entre las variedades blancas admitidas, Verdejo, mayoritaria, y Albarín, la autóctona.

Dominio indiscutible de la Prieto Picudo, a priori la uva es ruda, rústica, sus vinos piden oxigenación, tiempo. La variedad era conocida como rastrera porque se extendía ocupando todo allí donde llegaba, y es sensible a enfermedades fúngicas (mildiu, botritis…). Por su parte, el Albarín, la otra variedad propia, ha sido descubierta hace poco tiempo en Valencia de Don Juan, y son ya ocho las bodegas que han elaborado con ella en los últimos años. Señalar que tan solo hay 80 hectáreas de esta uva en toda España y 45 están en aquí, seguidos de Cangas de Narcea (Asturias). A pesar de que su nombre puede llevar a la confusión con la Albariño, nada tienen que ver. Resulta cítrica y floral y tiene buena resistencia a las enfermedades. Materias primas propias y únicas que identifican una tierra e interpreta ahora cada elaborador. En líneas generales, vinos con rasgos característicos en los que la Prieto Picudo agradece la caricia no excesiva de la barrica porque, sin perder la fruta ni la frescura, gana en amabilidad. En esta línea podemos incluir El Músico 2011 (Leyenda del Páramo), con 12 meses de crianza; PRICUM 2010 (Bodegas Margón), obra del afamado enólogo Raúl Pérez, director técnico de la bodega, y varietal al que le dan 14 meses de barrica; 3 Palomares crianza 2011 (Bodegas los Palomares), con 12 meses en barrica americana; al igual que Don Suero crianza 2010 (VILE), donde mezclan viñas centenarias con cepas de 13 años; o de Pardevalles, Gamonal 2011, con 8 meses de barricas francesa y americana, y, su vino de pago Carroleón 2010, que permanece unos quince meses en barrica nueva.

En lo que a ‘ejemplares’ de Albarín atañe, Pardevalles es una de las bodegas que más ha apostado por esta blanca, con diez hectáreas de la variedad de las 40 que posee en total, con las que elabora Albarín 2013 (fresco, exótico pero no dulce, buena acidez). Gordonzello, la empresa ‘potente’ de la zona, con 205 hectáreas y una producción anual de 900.000 botellas entre sus once tipos de vino, firma el Peregrino Albarín 2013 (tropical, fruta en almíbar, boca viva). En el caso de Tampesta 2013 (Tampesta CB) está fermentado sobre lías y una parte permanece tres meses en barrica  (complejo, recuerdos de fruta blanca, manzanilla, acidez compensada). Y PRICUM Albarín Barrica 2012, del que Pérez hace una pequeña producción de tan solo 2.500 botellas, fermenta en roble francés con sus lías (rico, amable, sin perder la frescura). Unos y otros, reflejo de la tierra en la que nacen, del clima que les acompaña y de una manera de entender el vino con la autenticidad y singularidad como banderas.