Fecha publicación: Mayo de 2003
Medio: Spain Gourmetour

La franja levantina completa el mapa del vino mediterráneo español, enmarcado por el dinamismo de dos regiones, Cataluña y Murcia, que fueron pioneras en el desarrollo de los nuevos vinos españoles. Una de sus armas principales es una favorable relación calidad-precio, pero también cuentan con algunos de los mejores vinos de España y con la aparición de nuevas firmas que se van a situar rápidamente en la vanguardia.

Los vinos actuales de la Comunidad Valenciana son todo un síntoma de la nueva fase en la que está entrando la renovación del vino español. Las regiones de gran producción, como Extremadura, Castilla-La Mancha y la Comunidad Valenciana, que forman la faja central del país, están dando un paso más en la puesta al día de sus vinos y se postulan como una de las regiones más competitivas del vino europeo. Por tradición y estructuras comerciales, las bodegas valencianas gozan de una posición de privilegio.

En la Comunidad Valenciana se encuentran algunos de los grandes nombres del vino español en el ámbito internacional. Son empresas de clara vocación exportadora, que tuvieron su sede en el Grao de Valencia (el puerto de la capital de la región), uno de los puertos más importantes de Europa desde el punto de vista de comercio de vinos. Allí se instalaron y se desarrollaron empresas como Gandía Pla, Augusto Egli, Schenk y su filial Murviedro, Cherubino Valsangiacomo y otras, que desempeñaron un papel fundamental a lo largo del siglo XX en la exportación de vinos españoles y ahora afrontan con decisión el reto de enfrentarse a la pujanza comercial de los vinos del Nuevo Mundo.

Las bodegas más clásicas de Valencia fueron pioneras a la hora de renovar sus instalaciones y de dar una nueva orientación a su producción. Pocas firmas como las históricas del Grao de Valencia tenían una visión tan directa del mercado internacional del vino y, en consecuencia, pocas estaban tan bien situadas como para poder adivinar las rutas que iba a tomar el comercio del vino mundial a partir de los años ochenta. Así, las veteranas firmas comercializadoras de vinos a granel impulsaron unas líneas de embotellado que mantenían desde antiguo y que eran mucho más conocidas en los mercados internacionales que en los propios comercios españoles, incluidos los de la misma Comunidad de Valencia.

Emigración hacia el interior
El impulso modernizador de las instalaciones vendría a coincidir con la necesidad de abandonar las viejas instalaciones portuarias. Poco a poco, las grandes compañías del Grao fueron abandonando sus ubicaciones de siempre. En lugar de trasladarse a alguno de los polígonos industriales de los alrededores de la ciudad de Valencia, optaron por acercarse a las zonas productoras, especialmente a Utiel-Requena, la comarca que proporcionaba una mayor producción de vinos tintos.

Así fueron surgiendo algunas de las más modernas bodegas de España, instalaciones perfectamente dotadas que se situaban ya en los años ochenta y primeros noventa en línea con las más avanzadas de España. Al mismo tiempo, se desarrollaban vinos más modernos, aunque manteniendo una línea más bien convencional, orientados claramente a la pugna por el mercado de los vinos de precios más moderados. De esa forma, los vinos de la Comunidad Valenciana tomaron fama de contar con una de las mejores relaciones calidad-precio de Europa. A cambio, su ámbito natural eran los hipermercados y las grandes superficies de gran parte de Europa Central y del Reino Unido, mientras que su presencia en la hostelería y en las enotecas era bastante reducida.

Además, se producía un acercamiento físico al viñedo, si bien es verdad que en cierto modo se mantenían los viejos esquemas y las grandes casas en una primera fase no apostaron por contar con su propio viñedo, sino con continuar abasteciéndose de viticultores de la zona, algunos de ellos con importantes superficies de viñedo, o bien comprando vino en las cooperativas, como se había hecho siempre.

Variedades autóctonas olvidadas
A pesar de la cercanía, durante algún tiempo las principales bodegas de Utiel-Requena, Valencia y en cierto modo también las de Alicante permanecieron de espaldas al viñedo. Su actitud era más bien pasiva, sin fomentar la investigación con las variedades de uva autóctonas (Monastrell en el sur, Bobal en la provincia de Valencia, las blancas Merseguera y Moscatel y algunas otras de menor implantación), que eran consideradas por su color (Monastrell) o por su rendimiento (Bobal), pero a las que no se atribuían virtudes destacadas.

Cuando se pensó en la necesidad de mejorar los vinos, se recurrió a las variedades foráneas. Así se produjo la entrada de diversos tipos de Tempranillo y de las cepas francesas de moda, en especial Cabernet Sauvignon y Merlot, pero también Chardonnay y hasta Sauvignon Blanc, antes de que llegara, ya recientemente, la uva de moda, la Syrah. Mientras tanto, se olvidaba la investigación con las variedades de uva locales, lo que constituye todo un síntoma por un lado de la posición secundaria que tenía el viñedo en la consideración de las bodegas, fiadas en gran medida a la técnica, y, por otro, su vocación histórica hacia los mercados internacionales, donde concurrían vinos elaborados con esas cepas francesas procedentes de todo el mundo.

En los últimos años noventa esa situación comenzó a cambiar. Las firmas más inquietas y atentas a los nuevos tiempos comenzaron a mirar hacia lo que tenían en casa. A ello contribuyeron las influencias recibidas del norte (las zonas vanguardistas de Cataluña) y del sur (la nueva etapa dorada de Jumilla), de zonas en las que se concedía al viñedo la importancia vital que tiene en la calidad del vino y en las que se había trabajado mucho y bien con las cepas autóctonas para alumbrar vinos de gran categoría y personalidad.

Su finca de Hoya de Cadenas y algunos proyectos importantes puestos en marcha recientemente por inversores procedentes de fuera de los círculos vinícolas tradicionales. Se unían a algunas firmas con larga trayectoria en cada una de las comarcas, como Torre Oria o Compañía Vinícola del Campo de Requena, en Utiel-Requena, las bodegas clásicas de Alicante (Primitivo Quiles, Salvador Poveda y otras) y las más despiertas de las cooperativas.

Nuevas bodegas de autor
En ese entorno de cambio apenas surgieron nuevas iniciativas fuera del entorno de las grandes bodegas. Las excepciones se dieron en Alicante, con Bodegas Gutiérrez de la Vega, firma que aportó una nueva concepción en la elaboración de los clásicos dulces de Moscatel, y, sobre todo, con Bodegas E. Mendoza, que produce desde hace años los mejores vinos de la Comunidad Valenciana, aunque se apoya sobre todo en variedades francesas. Además de unos vinos magníficos, la principal aportación de Pepe Mendoza, el enólogo de esa pequeña bodega familiar de Alicante, es la adopción de una filosofía nueva en la zona de estrecho control del viñedo y de elaboraciones y crianza acordes con las características de la comarca y de las variedades.

Pepe Mendoza recibe la influencia de los vinos de los nuevos mundos vinícolas y en cierto modo representa la proyección hacia el sur de las técnicas y la filosofía que impulsaron a las bodegas punteras del Priorato y, tras ellas, a las más inquietas firmas de todas las comarcas de Cataluña y de la costa mediterránea española, incluidas las islas Baleares. Esa influencia es palpable en algunas de las más interesantes nuevas iniciativas que han surgido en los últimos años en la región.

Sara Pérez Ovejero, enóloga perteneciente a la familia propietaria de Clos Martinet (D.O. Priorato), ha contribuido a poner en marcha dos de las novedades destacadas de la última hora valenciana: Bodega Mustiguillo, en la comarca de Utiel-Requena aunque sus vinos han salido sin denominación de origen, y Celler del Roure, en el sur de la D.O. Valencia. Los rasgos comunes en esas dos firmas familiares son la juventud de sus promotores y la atención al viñedo, con especial interés hacia las variedades de la zona. Y el hecho de que ninguna de las dos procede de tradiciones familiares en el cultivo de la vid o en la elaboración del vino, rasgo en el que coinciden con Pepe Mendoza, cuya familia se dedicó al comercio y cuenta con un supermercado cerca de Benidorm.

El padre de Toni Sarrión, el responsable de Bodega Mustiguillo, es un contratista de obras públicas manchego que en 1970 compró la finca en la que se encuentra la bodega y mantuvo parte del viñedo, cuyo producto se vendía a otras bodegas de la comarca. Es una bodega heterodoxa tanto para la tradición, ya que ha prescindido de la denominación de origen, como para la vanguardia, al no reivindicar las cepas viejas. Para Toni Sarrión lo importante es recuperar los viejos pagos vitícolas de calidad, abandonados en la época en la que se buscaban altos rendimientos, y reivindicar la variedad Bobal. Sus vinos, aparecidos en octubre de 2002, son la mayor expresión actual de esa variedad típica del interior de la provincia de Valencia.

En la misma línea se sitúa otra firma de estreno aún más reciente, Celler del Roure, iniciativa de Pablo Calatayud, hijo de un fabricante de muebles de Moixent, en la zona sur de la D.O. Valencia. Está situada a escasa distancia del valle del Vinalopó, la zona productora tradicional de tintos de la D.O. Alicante, lo que le incluye en la vertiente norte del Altiplano Levantino, en el que se encuentran las denominaciones de origen Jumilla, Yecla y Almansa. Es el país de la Monastrell y con esa variedad trabaja Pablo Calatayud, que, además, está empeñado en recuperar la uva tinta Mandó, una interesante variedad de toda la vida de esta zona, el valle de los Alhorines, bautizada en la D.O. Valencia como subzona Clariano.

Muy cerca, en Pinoso, se encuentra la finca El Sequé, adquirida en 1999 por una sociedad formada por Agapito Rico, impulsor de los tintos Carchelo y Canalizo, de la D.O. Jumilla, y Juan Carlos López de la Calle, responsable de Artadi, en la D.O.C. Rioja. Dos personajes de talle en el mundo del vino español que han puesto en marcha una de las mejores bodegas de la Comunidad Valenciana y, con apenas dos años en el mercado, han situado sus vinos entre los mejores del Mediterráneo español.

Nuevos vinos de calidad
Son iniciativas modestas, bodegas familiares productoras de vinos de autor a las que se van uniendo otras. Hay que destacar en Alicante la llegada del riojano Telmo Rodríguez (de la familia propietaria de Remelluri, en Rioja), cuyo equipo elabora vinos en diferentes zonas vinícolas. En la D.O. Valencia, lo mejor está en el sur, en el entorno de Fontanars, con vinos como los de Dani Belda o Heretat de Tavernes, interesantes aunque deberán liberarse de ciertos rasgos comerciales, o los de Dominio Los Pinos, compañía suiza dirigida por un peruano que fue la segunda elaboradora de vinos ecológicos en España después de Albet i Noya (D.O. Penedés y Cava).

Utiel-Requena, considerada como la perla escondida de la Comunidad Valenciana, registra bastante más movimiento. Cabe destacar el tinto Sanfir, único vino de la pequeña firma Casa del Pinar, iniciativa de Philip John Diment y Ana Castillo, matrimonio propietario de un restaurante de cocina española en Londres. Hay otros de interés, como Arras de Bobal, obra de David Expósito en Pagos del Molino, o Labor de Almadeque, así como algunos que se estrenan en este 2003, como Emilio Clemente, en Requena, asesorado por Ignacio de Miguel, autor de Dehesa del Carrizal (Montes de Toledo).

Además, hay que contar con las nuevas iniciativas de las firmas tradicionales. Dio el primer paso Bodegas Gandía con su famoso Ceremonia y se le han unido sus colegas: Cerrol Bercial, de Virasa Vinícola, Coronilla, de Bodegas Schenk, Los Claustros de Torre Oria, Sybarus, de Torroja, o el nuevo estilo que se va dando al reserva Vera de Estena, de Compañía Vinícola del Campo de Requena, donde Félix Martínez busca dar mayor protagonismo a la uva Bobal, restándolo a la Cabernet Sauvignon.

Tres zonas, tres trayectorias
Todas esas novedades retratan la realidad de una Comunidad Valenciana que cuenta con tres denominaciones de origen, cada una de las cuales presenta una trayectoria diferente. La D.O. Valencia registra una cierta tendencia a especializarse en la producción de vinos dulces clásicos de Moscatel. Las excepciones son las subzonas Alto Turia, comarca productora de blancos de uva Merseguera, cepa autóctona que también merecería ser investigada, y Calriano, ya mencionada, que es zona de tintos.

En el conjunto de esa denominación de origen, situada en zonas próximas a la costa, el cultivo de la vid está retrocediendo y en la actualidad se permite la intervención de hasta un 30 por ciento de uvas procedentes de la D.O. Utiel-Requena para la producción de vinos tintos. Es una avanzadilla del viejo proyecto de crear una denominación de origen única para todo el viñedo de la Comunidad Valenciana.

Utiel-Requena es la que registra mayor actividad. Es uno de los “descubrimientos” recientes de una parte de la prensa especializada española. Después de muchos años de confiar la renovación de sus vinos a la intervención de las variedades de uva forasteras, se ha entrado en una dinámica de reivindicación de la uva Bobal, característica de esta zona de interior y de las comarcas cercanas: el centro de la D.O. Valencia, al este, y la D.O. Manchuela, al oeste, en la comunidad de Castilla-La Mancha. Tenida por variedad poco menos que apta sólo para vinos rosados o tintos ligeros, con un cultivo adecuado que limite la producción está dando no pocas sorpresas.

La D.O. Alicante, por su parte, lleva un ritmo más pausado. La mayor parte de las firmas clásicas se mantienen fieles a sus esquemas tradicionales, con el añadido de algunos vinos de gran pujanza comercial, como el Marina Alta, de Bocopa. Alicante tiene dos zonas de producción, la costera de Marina Alta, situada en la zona norte de la provincia de Alicante, cerca de los centros turísticos de Benidorm, Altea, Villajoyosa y otros; es zona productora de dulces moscateles. Al sur, en el valle del Vinalopó, está la zona tradicional del tintos, que forma parte del país de la Monastrell. Las novedades más interesantes que se esperan en esta zona se sustentan en esa variedad típicamente mediterránea, tal vez con la aportación de otras, como Syrah o Petit Verdot.

En el conjunto de la región se registra un enorme interés por modernizar estructuras y poner al día los vinos. En este sentido, los vinos valencianos se unen a la filosofía que mueve al vino español en los últimos quince años. Sin embargo, uno de los rasgos peculiares de esta zona es el interés casi generalizado por mantener los precios en unos parámetros competitivos. Es un objetivo que se parece a la cuadratura del círculo: subir la calidad supone limitar la producción de unos viñedos pensados para los altos rendimientos que pedía la estructura comercial de toda la vida. La creación de especialidades con personalidad y alto nivel de calidad a precios favorables es el reto del futuro más inmediato en la Comunidad Valenciana.